miércoles, 16 de febrero de 2011

Tercera cronica.

Crónicas de Mundo Oculto: Verdadero amor

Justo cuando pensó que su noche no podía ser peor, comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia.
Había cometido un error, le había dado una oportunidad más a Darío, sabiendo que solo lo hacía porque era mucho  mas fácil que seguir adelante con su vida. Se había puesto su mejor vestido, había pagado casi cien pesos por un baño de crema para verse bien, incluso hasta se había convencido de que era buena idea salir nuevamente con el tipo que la había engañado prácticamente cada vez que parpadeaba.
Y el la había dejado plantada.
Los autos pasaban y con cada taxi su ilusión revivía por unos segundos. Luego la cruel realidad la devolvía a la solitaria y oscura calle de Avellaneda en la que estaba parada hacia mas de cuarenta y cinco minutos.
Su corazón era una tormenta de furia hacia el y de un inmenso desprecio por si misma. Había vuelto a caer en sus mentiras. Había creído nuevamente en esa mirada sincera fríamente ensayada, se había rendido una vez mas a ese rostro dulce, a esos labios tiernos, que le habían dicho lo que había querido escuchar. Se había olvidado por completo de los maltratos, de las mentiras y de cómo siempre al final todo  era culpa suya. Ella, que era demasiado  tonta o demasiado gorda o demasiado intensa, que lo “agobiaba” y lo mandaba a los brazos de otras mujeres mejores. Ella que tendría que estar agradecida simplemente por el hecho de que alguien como Darío la invitara a tomar un café.
Sintió vergüenza de si misma y el primer suspiro entrecortado y lleno de angustia subió por su garganta.
¿Cuántas veces había tirado su vida entera por la borda solo porque el chasqueaba los dedos? ¿Cuántas veces había alejado a sus amigos, atacándolos cuando ellos expresaban su preocupación?
Se sorprendió a si misma inventando excusas por las cuales no había llegado aun. Imaginando motivos por los cuales no atendía su celular ni respondía sus mensajes. Se sintió patética, incluso después de una hora de esperar  y de mas años de los que se animaba a contar soportando sus desplantes, aun esperaba un final feliz. Aun esperaba verlo aparecer corriendo debajo de la lluvia. Agitado y avergonzado por llegar tarde, con un ramo de flores un tanto maltrecho en la mano y promesas de amor eterno en los labios.
Sus lágrimas comenzaron a caer y el cielo negro y plomizo la imito, desgarrándose en lluvia. No había finales felices para ella. Eso ocurría en los libros, en las películas o en la vida de las demás personas. Ella se sentía completamente despojada de felicidad, y lo que mas la enfermaba era el hecho de que si ahora estaba parada bajo la lluvia sin dignidad, no era porque se la hubieran robado. Ella la había entregado en bandeja de plata toda su vida.
Todo lo que hacía lo hacía con la esperanza de ser amada. Todos los días se levantaba y se miraba al espejo viéndose fea y sabiendo que ningún hombre la amaría por lo que es.  ¿Quien tendría el coraje de amar a esa muchacha rellenita con cabello color miel, ojos oscuros y fanática de los libros de Stephanie Meyer?
Su madre se lo había dicho una infinidad de veces. “¿Te pensas que sos mejor que los demás porque tenes la nariz metida en un libro todo el día?” Y su preferido: “Vamos a ver quien te va a invitar a bailar a vos, si tanto te haces la fina con el vocabulario y con ese culo gordo que te juega en contra”
En algún momento de su vida había dejado de ser quien era solo para poder  ser amada. Había empezado a ser únicamente lo que los demás deseaban que fuera, buscando aceptación, afecto, aunque sea una palabra amable o de reconocimiento.
Un trueno resonó sobre su cabeza, como diciendo “Y todos sabemos cómo resulto eso también, ¿verdad Laura?”.
Seguía parada bajo la lluvia, y se estaba empapando. Se negaba a moverse de ese lugar porque una parte muy pequeña, desesperada y tiste de su alma le decía que si se marchaba, tal vez se perdería de verlo llegar.
Estaba tiritando, llorando e intentaba con una mano temblorosa cubrirse la cara para ocultar su vergüenza de las pocas personas que pasaban corriendo junto a ella. Finalmente la calle quedo por completo vacía y haciendo acopio de fuerzas emprendió la marcha.
Los relámpagos eran cada vez mas fuertes haciendo que por segundos todo estuviera completamente iluminado. No había ningún taxi a la vista y tampoco pasaba ningún colectivo. Camino hasta la avenida Mitre, esperando encontrar una remiseria dispuesta a llevarla a casa.
Por supuesto, no tuvo suerte. Su noche parecía mejorar a pasos agigantados.
Termino buscando refugio debajo del puente del Circuito Bullrich de Línea General Roca, sintiéndose mas sola y desesperada que nunca. Pensó en dejarse ir. Cerrar los ojos y tirarse abajo del primer auto que pasase. Pero ni en eso la suerte le sonreía. La calle estaba desierta, y sus únicos acompañantes eran la lluvia, el puente y la suciedad que la rodeaba.
Miro los edificios alrededor, las pequeñas ventanas iluminadas con luz cálida. Se imagino a las familias en cada departamento, tranquilas, compartiendo la cena o mirando la televisión. Incluso discutiendo, tener alguien con quien discutir era para ella también un lujo.
Finalmente toda la angustia y el dolor que durante años había acumulado en su corazón, la desbordaron por completo.
Lloraba como una criatura, se sentía incapaz de parar o controlarse. Se arrodillo y se cubrió el rostro con ambas manos, deseaba morir, que la tierra se la tragara, desaparecer.
Un relámpago cruzo el cielo y por un momento las cortinas de agua de lluvia que caían del puente se iluminaron como un millón de pequeños diamantes. Y luego el sonido del trueno se apodero del mundo.
Fue en ese momento cuando levanto la vista y vio al hombre.
O por lo menos eso parecía. Era alto y estaba en la vereda de enfrente. Usaba un abrigo largo, antiguo, pero elegante. Su rostro estaba cubierto por las sombras, pero Laura sabia que la miraba atentamente.
Había algo extraño en el. Algo muy difícil de poner en palabras pero sin ningún lugar a dudas, inquietante.
Intento secarse las lágrimas rápidamente y componerse un poco. Se dio cuenta de que estaba realmente sola, no en la vida, sino en esa calle, en ese preciso momento, con ese hombre extraño mirándola fijamente. Y había algo mas… algo que ella sabía que estaba mirando pero no podía notar que era, hasta que se le hizo un nudo en el estomago al descubrirlo.
El hombre estaba seco.
Otro relámpago y fue de día por un segundo. Salvo por el, que seguía envuelto en sombras como si fueran sus juguetonas compañeras.
Y luego el trueno llego, pero solo pudo sentir la vibración en todo su cuerpo y en el suelo. El sonido había desaparecido del mundo, salvo por el ruido del agua de lluvia cayendo y el de su respiración entrecortada. Todo parecía alejarse y cambiar. Hasta los propios colores de todo lo que le rodeaba parecían retraerse y ocultarse en otro lugar.
Pese a la opinión general, ella no era tonta. Había leído demasiados libros de terror como para saber que algo malo estaba por ocurrir, algo tan malo que…
El hombre comenzó a caminar en su dirección.
Su mente se lleno de información, leyendas urbanas, viejos cuentos de terror y fantasía que alimentaron su imaginación durante toda su vida.
El troll que vive bajo los puentes y rapta personas, o que escapa por las noches de su refugio para robar bebes sin bautizar y dejar en su lugar lo que antes llamaban “niños cambiados”. O el ser que aparecía algunas noches, con capucha negra y manos blancas…Pero eso era en el puente Pompeya, ¿verdad? O algo incluso sobre los puentes mismos… como no solo comunicaban un camino con otro, sino como aveces su arquitectura también abría caminos hacia otros lugares…O tal vez todo fuera parte de lo mismo.
El hombre en sombras estaba cada vez mas próximo y ella comenzó a retroceder hasta que sintió su espalda pegar contra la pared. Intento hablar, pero las palabras se atascaron en su garganta.
-Laura… Dijo el ser mientras sonreía. Sabía su nombre y eso la espanto más aun.
Se freno a medio metro de ella. Sus facciones parecían humanas pero al mismo tiempo no lo eran. Parecían una máscara siempre a punto de deslizarse y mostrar al monstruo que la utilizaba. Abrió sus brazos como quien recibe a una amiga hace mucho perdida.
-No voy a hacerte daño. Solo quiero darte lo que siempre te negaron.
Ella temblaba de pies a cabeza, por el frío, por la angustia y porque ese ser la estremecía como nada ni nadie lo había hecho antes. Finalmente junto fuerzas y pudo hablar.
-¿amor? Su voz apenas era un susurro.
-No solo amor. Contesto el ser mientras extendía mas aun sus brazos. -También familia.
Otro relámpago ilumino el lugar y Laura pudo ver a la familia a la que el hombre se refería.
Eran cientos, o tal vez miles. Gateaban y se retorcían sin cesar en la parte inferior del  puente, sobre sus cabezas. Eran pálidos, algunos grandes como adultos, otros tan solo niños. Estaban desnudos y Laura pudo ver como sus múltiples extremidades y ojos parecían que contorsionarse, formar un océano de carne deforme y profana.
-Mis niños, los que aquí ves y los que están por venir, necesitan una madre.
El hombre dio el paso final hacia ella y la tomo con sus delgados pero fuertes brazos. Laura  no se resistió. Estaba maravillada por el espectáculo de seres reptantes que ocurría en el techo.
-y yo, necesito una reina. Dijo finalmente el ser, casi susurrándoselo al oido.
Laura  paseo su mirada del hombre a los seres que se movían y retorcían en las alturas. Monstruos. Todos ellos sin ninguna duda.
Luego recordó el rostro de su padre, con la boca contorsionada por el asco y el alcohol, mientras la rebajaba frente a quien sea y donde sea. Vio el desdén y el desprecio en la mirada de su madre ante cada uno de los pocos y pequeños triunfos en su vida. Pero lo que la decidió fue ver el rostro de Darío, la forma dulce en la que sonreía cada vez que le mentía.
Había pasado toda su vida rodeada de monstruos y, a diferencia del que la tenía entre sus brazos en ese momento, ninguno antes le había ofrecido amor.
Se dio cuenta de que había dejado de llorar. Estaba sonriendo, y el ser  sonreía también. Las Sombras que danzaban alrededor del extraño comenzaron a  envolverla a ella también. Era como terciopelo viviente  y una sensación de calidez y seguridad ilumino su corazón.
Para el siguiente relámpago, el puente estaba vacío.
Y Laura, por primera vez, era realmente feliz.

domingo, 6 de febrero de 2011

Segunda Cronica

Crónicas de Mundo Oculto: Oscura soledad.
1

Mi nombre es Cassandra Roldan y odio a los fantasmas.
¿Quieren pruebas de que los seres humanos somos egoístas, egocéntricos, masoquistas y obsesivos?
Pues no hace falta mas que mirar lo que hacen los fantasmas durante toda la eternidad: una y otra vez lo que hicieron en vida y que  saben que termina muy mal.
Se la pasan siglos y siglos sufriendo, repitiendo infinitamente sus errores. Y son, regularmente, la clase de errores que los convirtieron en fantasmas en primer lugar…
El ser humano es el único animal tan obstinado en ser un imbécil, que incluso después de muerto continua siéndolo.
En mi trabajo para la Orden de la Sagrada Trinidad, es común toparse con estos seres.
Y entonces los tienes  que ver, tan abstraídos en sus neurosis postmortem  que atraviesan una pared porque piensan que la puerta por la que solían pasar cuando vivían, sigue ahí. Que incluso la casa en la que vivían sigue en pie…
O peor aún, los ves parados en las ventanas, esperando a alguien que hace siglos ya no está.
Pobres diablos.
Pero, si alguna vez te toca cruzarte con un espíritu...
Digamos que las cosas no son tan predecibles.

2

Todo comenzó con una muerte, lamentablemente en mi línea de trabajo, es así como comienza todo.
Ocurrió en el barrio de congreso en un edificio de departamentos antiguo, de esos con pasillos angostos, pintura descascarada e iluminación dudosa.
La Sra. Márquez  era muy querida y conocida en el barrio, era una de esas viejitas dulces que te hacen desear que todos los ancianos fueran así.
Todas las mañanas bajaba con dificultad por la escalera de entrada de su edificio y luego de saludar a Don Osvaldo, el portero,  salía a hacer sus mandados.
Regularmente la panadería era su primer destino, donde saludaba a “las chicas”  y compraba un poco de pan. Luego pasaba por el puesto de diarios y compraba algunas revistas de chismes y terminaba su ronda en el kiosco, donde compraba su atado de cigarrillos diario. El kiosquero siempre hacia el mismo chiste,  “deje el pucho antes de que el pucho la deje a usted”. Y ella, siempre amable, respondía que si había llegado a los setenta años fumando, así era como quería seguir viviendo.
Curiosamente cuando los bomberos tiraron la puerta de su departamento abajo, por el penetrante olor que salía, luego de tres o cuatro días de sospechosa ausencia, lo primero que encontraron fue una mano hinchada y solitaria, tirada sobre la alfombra en un charco de sangre seca.
Y por supuesto tenía un cigarrillo consumido entre sus dedos.

3

Si existe algo en este mundo que odie mas que los fantasmas, es a los niños.
Pero ahí estaba, dirigiéndome al lugar del crimen en uno de los autos de la orden, junto a ese condenado crío.
Pese a mis protestas, los directores insistieron (y por “insistieron” quiero decir “Ordenaron”) que la experiencia en el campo de investigación era vital para la formación del mocoso. Muchos de nosotros nos pasamos toda una vida estudiando antes de ganarnos el derecho de trabajar en campo, pero por algún motivo que ni siquiera se molestaron en explicarme, era la niñera en el bautismo de fuego de un estudiante de dieciséis años.
Por supuesto, no paso por alto el hecho de que es el mejor de su clase, incluso de varias generaciones de jóvenes formados en la Orden.
Ni tampoco me olvido del hecho de que mientras que la gran mayoría de nosotros tenemos años de preparación antes de enfrentar a cualquier clase de ser que no sea de este mundo, ese muchacho enfrento solo y a los diez años a un demonio que come investigadores paranormales en el desayuno.
Es algo en su mirada lo que me resultaba… inquietante. Y para alguien que ha visto las cosas que vi yo, es bastante decir.
Todos en la orden lo evitan debido a sus conductas taciturnas y sus pocos modales. Lo veo sentado a mi lado, mirando por la ventana con esos ojos fríos casi muertos y por mas que lo intento, no logro sentir pena por él.
Observo su cicatriz, dos finas líneas que surcan el costado izquierdo de su mentón. Un regalo de aquella noche trágica, sin duda. ¿Que pasara por la mente de una persona que sobrevivió a semejante situación solo para quedar así?
Y de repente y sin pensarlo, lo hago.
Todos en la orden tenemos un don o una habilidad que nos hace especiales, que nos hace las personas indicadas para el trabajo que hacemos.
Extiendo mi don hacia el, mis manos invisibles que me permiten ver dentro del alma de los demás. Que me permiten saber que sienten o saben los que me rodean, que incluso a veces, me cuentan historias secretas sobre los lugares que transito.
Fue como si me pegaran una cachetada en plena cara. Jamás nadie había podido rechazar de esa forma mi habilidad. El crío se volvió hacia mi y me clavo la mirada, una mirada que ya no era fría e indiferente, sino que ardía con una fuerza que no podía ser de este mundo.
-Nunca vuelvas a intentar tus trucos de feria conmigo, bruja.
Fue casi como si me escupiera las palabras. Me estremecí e intente disculparme, pero el muy arrogante levanto su mano, pidiéndome que me guarde cualquier  cosa que estuviera por decir. Y lo peor de todo es que cerré la boca y me quede en silencio, avergonzada, por el resto del viaje.
¿Mencione que odio a los niños?

4

Del diario de Julián Nievas:
Finalmente los directores de la Orden, me dejan ir a mi primera asignación. Aunque solo como observador. Como si pudiera aprender algo de esa bruja Cassandra con sus trucos mentales.
¿No soy el mejor de mi clase? ¿Acaso no supero toda prueba que me imponen? Yo con mis propias manos mate un demonio boggart, un ser inmundo que puede tomar la forma de tus miedos, para poder beberlo como si fuera dulce néctar.
Tendrían que dejarme liderar un equipo, en lugar de ser el segundón de esa criatura. Porque eso es lo que es, una criatura igual que un boggart o una lamia o incluso un fantasma. Es una bruja. En la Orden tienen nombres muy bonitos para lo que hace. “lectura de mentes”, “hiperempatia”, “retro cognición”… Brujería. Eso es lo que hace porque eso es lo que es, una bruja. Y se pueden encontrar multitud de seres como ella en la casa central. Parte del programa de entrenamiento para que puedan utilizar sus “dones” a favor de la humanidad y en defensa de lo que mora en el Mundo Oculto.
Sé que ese es el motivo principal por el cual me mandaron como compañero de Cassandra. Quieren que aprenda que no todo lo sobrenatural es un enemigo, que lo oculto a veces puede ser dominado y encauzado para el bien mayor. Quieren que aprenda a convivir y a trabajar en armonía con estas criaturas a las que tan notoriamente desprecio. Y quieren que aprenda rápido, porque a medida que descubro mis dones, la brecha entre ellos y yo se hace mas amplia. Porque los directores saben desde el momento en que tocaron a la puerta de casa lo que yo estoy terminando de entender ahora.
Yo no soy como ellos, yo soy lo que erradica a los que son como ellos.

5

Ingresamos al edificio y automáticamente nos sale al cruce un oficial de policía. Le muestro mi identificación y comento que el niño viene conmigo. Y por supuesto, disfruto la cara que pone mi acompañante frente a ese calificativo.
Avanzamos por el angosto pasillo en silencio. Podemos sentir murmullos y movimientos tras las puertas cerrada. Obviamente los vecinos están curiosos por el crimen y por nuestra presencia. 
El olor a descomposición nos recibe con los brazos abiertos, aun no han retirado el cuerpo a pedido nuestro. Nunca se sabe que historias puede contarte un cadáver. Miro a mi derecha y veo a “Don seño fruncido”, y me sorprendo pensando que sería bastante atractivo si no estuviera todo el tiempo tan serio.
El me mira casi como si pudiera oír lo que pienso y enrojezco. Estoy un poco grande a mis treinta y dos para ocuparme de muchachos con la mitad de mis años.
La mano sigue tirada sobre la alfombra multicolor en medio del living. Hay sangre en las paredes, en el piso y pedazos de lo que parecen ser los intestinos de la Sra. Márquez colgando el techo. En un rincón, junto a un cenicero con pie de delicado diseño, la cabeza de la anciana nos mira con el único ojo que le queda.
Julián mira todo con detenimiento. Si está asustado, asqueado o impresionado, su cara no da la mas mínima muestra de ello. Recorre lentamente el departamento, como si estuviera por comprarlo, haciendo caso omiso a los restos humanos esparcidos por prácticamente cada centímetro de la habitación.
-¿Hora estimada de la muerte?
Su voz es suave, pero fuerte. Definitivamente de adulto y sin la duda o el temblor que sería propio de su edad.
-Aproximadamente 72 horas.
Lo dejo seguir revisando y me agacho junto a la mano fría y solitaria, y tomo de entre sus dedos la colilla consumida.
Cierro los ojos y respiro profundo, si ese pequeño cilindro de papel tiene algo para contarme, con seguridad no va a ser algo lindo.
Y ocurre lo que siempre ocurre, la sensación de ser jalada con potencia hacia atrás y ver como el mundo que me rodea desaparece.
Y de repente ya no soy yo. Soy  una anciana de setenta años y puedo sentir el peso de la edad en cada una de mis articulaciones.
Es de noche y estoy mirando la televisión pero apenas le presto atención. Es uno de esos programas en donde la gente va a bailar por algún motivo que importa mucho menos que su necesidad de mostrar sus partes en cámara. Estoy tomando un café pese a que se que luego me voy a arrepentir porque últimamente mi sueño ya no es lo que solía ser.
Particularmente desde hace una semana, que fue cuando el maldito baño comenzó a hacer esos extraños ruidos por la madrugada.  Por supuesto nadie dio crédito a mis quejas. Los vecinos no tienen problemas en sus cañerías y Osvaldo me había sonreído y dicho que lo solucionaría lo antes posible. Pero también había notado que mientras lo decía me regalaba una mirada de “pobre vieja”, como si la queja fuera tan solo un intento de llamar la atención.
Enciendo un cigarrillo y miro la repetición de la caída de una pseudo vedette durante un paso de baile. Llegar a los setenta años para esto. Dios se ampare de mi alma.
Hacia una semana habían comenzado los ruidos, pero hace dos días había comenzado algo más. Alguien entraba al departamento por la noche.
En la mañana de ayer los cuadros estaban torcidos y el baño revuelto. Y alguien había colocado unas tijeras abiertas dentro de mis zapatos. Tengo una marca y un dolor palpitante en la palma del pie que me recuerda constantemente que no me lo estoy inventando.
Y hoy por la mañana, luego de toda una noche de ruidos en las cañerías y escuchar como el inodoro burbujeaba y sorbía y parecía tener un ataque de vómitos, encontré la huella.
Una pequeña huella de un pie junto a la puerta del baño.  Parecía hecha con barro y algo rojizo y pestilente. La limpie de inmediato y mientras lo hacía me pareció oír un suspiro a mis espaldas.
Asique ahora finjo que miro un programa, mientras tomo un café y fumo el ultimo cigarrillo del atado, porque estoy aterrada de irme a dormir. De apagar la luz y sentir esos ruidos que anuncian algo que no es posible, pero que sin embargo está ocurriendo.
Algo se arrastra por las cañerías del edificio hasta mi departamento y recorre mi hogar mientras duermo. Algo que al parecer no me tiene mucho aprecio.
Pero siento que no hay mucho que pueda hacer. Si mis vecinos no me creyeron que hay ruidos en las cañerías, mucho menos van a creer en lo  que los causa. Sin familia, sin amigos… ¿A quién puedo recurrir?
Espero, rezando entre dientes que esta noche no ocurra nada, con mi cabeza gritando que todo esto es imposible, pero con mi corazón al borde del espanto.
Los ruidos comienzan otra vez, puedo escucharlos incluso sobre la voz oligofrénica del conductor de programa. El burbujeo, como un pantano hediondo dando a luz uno de los horrores que guarda en sus profundidades. Los caños gimen mientras los chapoteos aumentan.
Tratando de hacer el menor ruido posible, voy a la cocina y agarro el cuchillo mas grande que encuentro. Me siento en el sillón del living nuevamente y aguardo mientras doy las últimas caladas al cigarrillo.
Escucho el ruido de algo pegando contra el suelo del baño mientras el inodoro rebalsa. El crujido de la puerta al abrirse me hiela la sangre.
Sea lo que sea, ya está conmigo en la casa.
Luego el silencio, interrumpido únicamente por el lejano ruido de agua goteando.
Y Justo cuando creo que lo peor ya paso, escucho la risa.
Es la risa de un bebe. Y entonces pienso en la pequeña huella que limpie por la mañana y mientras siento que una manito fría y viscosa se cierra sobre mi tobillo, me doy cuenta de que me lo merezco.
Que dios me perdone, me lo merezco.
El espanto se arremolina en mi cabeza mientras vuelvo al presente y a ser yo. Julián está parado frente a mí. Esta cruzado de brazos y me observa con una ceja arqueada.
-¿Tu “ocus pocus” te dio alguna pista?
-Si. Respondo mientras me acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja.-Parece que nuestra noble y anciana víctima no están inocente como parecía.
Me sigue mirando por unos instantes  y tal vez sin darse cuenta, se lleva la mano a la cicatriz doble que lleva en el mentón. Finalmente murmura:
-Nadie lo es. Nunca.

6

Quien haya vivido en un edificio alguna vez, sabe que son como pequeñas ciudades. Tienen sus internas, sus líderes, y por supuesto sus secretos.
Algunos, claro está, están mejor protegidos que otros. Pero digamos que cuando una persona ya no se encuentra  dentro del reino de los vivos, la gente tiende a ser más abierta con respecto a algunos temas. Esa es una de las cosas curiosas de la muerte: beatifica a los peores y saca a relucir la mierda de los buenos.
El primer cometario llego del mismísimo portero.
-Dicen que la Sra. Márquez era enfermera y que desde los setenta hasta hace unos años trabajaba en una de esas clínicas clandestinas… Ud. sabe.
Gira sus manos como si con eso terminara de explicarlo todo. Y en cierta forma lo hace.
Los fantasmas son ecos, angustia o neurosis dando vueltas una y otra vez por una escena durante toda la eternidad. Son fotogramas pasados en forma infinita a través del lente del tiempo. Son inofensivos, mas allá del susto o la impresión que pueda darte ver uno de ellos.
Los espíritus son otra cosa. Conciencias, emociones insatisfechas o directamente insaciables. Pudieron haber sido humanos, o animales, e incluso seres ocultos. Son energía y materia, son deseo y voluntad, y a diferencia de los fantasmas, son mortales cuando se lo proponen.
El crimen ha sido explicado, el perpetrador por motivos obvios no podrá ser apresado. Solo queda redactar el informe para los directores.
Y gracias al cielo ya no tengo que estar con ese mocoso espeluznante.

7
Del diario de Julián nievas:
La bruja miente y la orden se equivoca al creerle. Ningún crimen cometido por estas criaturas debe quedar impune.
Por eso decidí escapar de mi cuarto esa misma noche y regresar al apartamento.
Forzar la cerradura fue sencillo, me deslice como una sombra y finalmente estaba frente a la puerta del lugar en cuestión.
Al  entrar supe que el departamento estaba muy lejos de estar vacio. Parte de lo que me diferencia de la gente normal e incluso de la gran mayoría de mis compañeros de la Orden es que se con certeza  cuando algo del otro mundo está en este.
Pequeños crujidos y suspiros comenzaron a llenar el aire a mí alrededor. En el baño la cañería comenzó a vibrar.
A diferencia de la antigua propietaria del departamento, yo no temo a lo que esta reptando por las cañerías hacia mí. Asique sin dudarlo me dirijo hacia el baño y abro la puerta.
Algo parecido a un bebe está intentando salir del inodoro. Puedo ver sus vertebras mientras se arquea haciendo fuerza con sus brazos para poder liberarse. Esta armado de pedazos distintos de niños y al mirarme veo una profunda tristeza en sus ojos.
Sin dudas el espíritu acompañaba hace mucho tiempo a la Sra. Márquez, pero solo recientemente pudo tener la fuerza suficiente para llamar a través de las oscuras cañerías y cloacas de Buenos Aires a la “materia prima” de su venganza.
El ser frente a mi estaba compuesto de decenas de fetos abortados. Niños que seguramente habían sido arrancados de este mundo gracias a las habilidosas manos de la anciana.  Bebes que  habían sido descartados por inodoros o bocas de tormenta para encontrar el oscuro y frio olvido en el vientre húmedo y  rancio de la ciudad.
Las lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, y su boca balbuceaba notas de pena y desolación.
La mirada del ser solo hablaba de sufrimiento, de oscura soledad, del dolor del herido por el desprecio. Su llanto desgarrador ya no hablaba de venganza, sino que pedía lo único que se le había negado incluso antes de nacer: ser amado.
Estire las manos hacia él y lo levante. Su mirada se lleno de sorpresa y luego de ternura. Lo arrope junto a mi pecho y lo acune lentamente. Poco a poco el ser se fue relajando hasta que finalmente quedo dormido entre mis brazos.
Y  en ese momento, con un ligero movimiento de mano, le quebré el cuello.
El infierno se desato en el departamento.
Lo primero que te enseñan en la clase es que los espíritus, a diferencia de los fantasmas, pueden generar “avatares” para manifestarse en este mundo y llevar a cabo sus fechorías. Lo segundo es que la mejor forma de cabrear a un espíritu es destruyendo su “representante” ya que es lo que utiliza para satisfacer sus deseos o ambiciones que quedaron inconclusos cuando eran carne. Es ahí cuando el espíritu despliega toda su furia frente al atacante, se hace presente en estado puro y crudo en este plano.
Y eso era justamente lo que yo quería.
Los cuadros salieron volando de las paredes, todos los muebles comenzaron a temblar, el televisor estallo dando un brinco y volvió a caer sobre la mesita que durante tantos años ocupo. Una de las sillas salió disparada y casi me da en la cabeza., Terminando hecha astillas contra una pared. Sin embargo yo me mantuve firme, sin ceder un centímetro.
Podía sentir el poder del espíritu concentrándose frente a mí, su enfado, su sed de venganza por mi terrible afrenta.
-¡Manifiéstate! Le ordene.
Agudice mi vista y pude ver de esa forma que puedo ver desde el incidente en mi habitación hace seis años. Pude ver detrás del velo que cubre la vista de casi todos en este mundo.
Pude ver el núcleo del espíritu flotando dentro de la nube de ira que lo envolvía. Invisible para cualquier otro, pero brillante como luciérnagas frente a mí.
Me plante  frente a él y supe que no le temía, en mi mente se agolparon todas las razones por las cuales odio a estos seres que intentan depredarnos. Lo patéticos que me resultan sus motivos, lo desagradables que me resultan sus fisonomías. Recuerdo la mirada de terror del boggart mientras le arrancaba la cabeza con mis tiernas manitos de tan solo diez años y sonrío sabiendo lo que son capaces de hacer ahora que tengo dieciséis.
Veloz, zambullo una de mis manos dentro de la nube y atrapo la esencia del ser  dentro de mi puño cerrado.
Y aprieto.
Todo lo que no esta clavado o pegado al piso comienza a volar dentro del departamento. El estruendo del  las pertenencias de la anciana girando a mi alrededor golpeando contra las paredes es ensordecedor.
Aprieto más y sonrío.
-Pobre criaturita sin amor. Le digo mientras doy el apretón final.
Todos los muebles frenan en seco y caen. La habitación queda en silencio y finalmente quedo solo.
Bueno, no completamente solo. Parada en la entrada esta Cassandra, con la boca abierta y la mirada un tanto desorbitada. Es una visión que me causa cierta satisfacción, para que negarlo.
-¿Qué fue lo que hiciste? Me pregunta una vez que se logra dominar un poco.
-¿No es obvio? Faltaba mandar al infierno al otro monstruo que vivía en este departamento.
Ella intenta argumentar sobre la crueldad de mi comentario mientras no deja de estar sorprendida y asustada por lo que me vio hacer. Me sigue por el pasillo hacia la salida, exigiéndome que le conteste y finalmente en la vereda, no se aguanta mas y me toma por los hombros.
-¿Qué es lo que hiciste? Esta visiblemente perturbada.- Nadie puede… nadie nunca…
Utilizo uno de los movimientos básicos del entrenamiento que me brindaron y antes de que lo note, ya no tiene sus manos puestas sobre mi. Probablemente la muñeca izquierda le duela horrores por la mañana.
-Hago lo único que puedo hacer, Cassandra, hago lo único para lo que nací.
Comienzo a caminar por las calles de Congreso  con la tranquilidad que solo se tiene al saber qué lugar ocupa uno en el orden natural (y no tan natural) de  las cosas. Cassandra no me sigue, me teme. Asique meto mis manos en los bolsillos y comienzo a silbar.
Soy feliz.
Por primera vez desde hace tanto que ni siquiera lo recuerdo, puedo respirar profundo y sonreír.
Se lo que soy, se para que estoy en este mundo y lo mejor de todo: recién estoy descubriendo lo que puedo hacer. Me siento ilimitado, renacido, Y tengo que dar crédito a los directores. Verdaderamente fue una experiencia por demás valiosa.
Cierro mis ojos y dejo mi mente volar.
Puedo ver la ciudad entera, sentirla. Buenos Aires es hermosa, antigua y peligrosa. Y también puedo sentirlos a ellos, a los “Ocultos”, como peces deformes rozando velozmente  la superficie de un bello estanque. Esperando que alguien acerque demasiado la mano al agua para poder saltar y morderle los dedos.
Hay tantos…
Pero los números lejos de abrumarme, me estimulan. Pienso en las noches que me aguardan y en lo satisfactoria que me resulta mi vocación y casi no puedo contener una carcajada. Apenas puedo esperar a que vuelva a caer el sol.
Pero de momento me permito disfrutar de mi victoria y de la dulzura de conocer mi propósito. Es hora de descansar.
Mañana, el Mundo Oculto me aguarda.