viernes, 16 de septiembre de 2011

Quinta cronica

Crónicas de mundo oculto: Hacia atrás
Para Bu, que ya no me acompaña, pero siempre esta.

1

-Hoy soñé con él.
El sueño había sido extraño, había un teléfono que sonaba a lo lejos, y por supuesto, estaba el. Se había despertado angustiado, con las manos empapadas en sudor frío y un nudo en el estomago, sin saber exactamente por qué.
Su novia lo miro por sobre la revista de decoración de interiores que estaba leyendo. La mirada lo decía todo. No quería hablar de eso, de hecho, no guardaba ni siquiera el menor interés en escuchar el nombre de sujeto en cuestión.
El se quedo en silencio, esperando algún tipo de respuesta de su parte. Por supuesto, no la hubo.
Ella consideraba que desde que había cortado relación con su mejor amigo, su noviazgo había cambiado para mejor. Sin su amigo “Ese que aun piensa que estas soltero”, como solía llamarlo ella, sus vidas habían progresado en la dirección correcta.
Le sirvió un mate mas, con la esperanza de que al bajar la infranqueable barrera de la revista pudiera abordar mejor el tema.
-¿Me escuchaste?
-Sí, pero no me interesa. Respondió ella con una sonrisa helada.
Pudo ver por un instante lo que había detrás de esa cortina de belleza y mirada dulce, vio el corazón de esa mujer como lo que en realidad era, una enredadera espinosa y sofocante, un ancla que lo mantenía fijo a su… ¿felicidad?
Ahora tenía el trabajo respetable, la casa con el jardín y la cerca blanca, la cena con sus nuevos amigos, todos los viernes a las diez sin falta. Tenía la mujer bella y de sonrisa angelical, tenía todo lo que podía pedir…
Pero… ¿Feliz? Eso era algo que él no consideraba parte de la ecuación de su vida. Tal vez pudiera sentirse satisfecho, o cómodo, y sabía que era afortunado de muchas maneras.
Pero definitivamente “feliz” no era la palabra con la que se describiría.
Regularmente no pensaba en tales cuestiones, viviendo en la ignorancia de la rutina y dejando pasar los días uno tras otro moviéndose en la inercia de cómo era su vida hoy en día. Sin pensar, sin sentir, sin cuestionar el status quo.
Pero a veces su cabeza le jugaba una mala pasada y evocaba a su antiguo compañero de aventuras… Y todo le parecía demasiado artificial, erróneo.
Germán. Ese era su nombre, del que había sido como su hermano y  el lo había abandonado. Lo había cambiado por esa vida que tenia ahora, por poder estar tomando mate en una cocina demasiado limpia y blanca, con una mujer que pensaba que el  amor es control y lujo. Trabajando de saco y corbata ocho horas por día, cinco días a la semana, para mantener los gastos de su adorada pareja y ese confortable mundo en el que ahora vivía.
-¿Estará bien?
 Finalmente se animo a hacer la pregunta que lo atormentaba desde que lo había sentado en esa misma cocina tres años atrás y le había explicado los motivos por los cuales no podían seguir siendo amigos.
Ella soltó una carcajada seca llena de desprecio, cerro la revista con un grácil movimiento de muñeca y lo miro con una ceja arqueada.
Como la aborreció  en ese momento.
-Probablemente esté muerto teniendo en cuenta su estilo de vida.
Su tono de voz fue tan jovial como el trinar de un gorrión en primavera. Ella realmente esperaba que así fuera.
Karla se levanto de su lugar, le dio un beso en la mejilla y el reunió hasta la última onza de voluntad que le quedaba en el cuerpo para no correrle la cara.
-Por suerte conociste a la mujer de tu vida, cielo, y te evitaste terminar igual que el.
Ella salió de la cocina y pocos minutos después escucho el ruido de la ducha. El siguió sentado en silencio, pensando que todo estaba mal, que nada de lo que tenía o lo rodeaba era lo correcto.
Una solitaria lágrima rodó por su mejilla.
-Enzo.
Alguien lo había llamado. Pero por supuesto no podía ser nada mas que el producto de su imaginación. Porque estaba solo en la cocina.
Pero principalmente, porque era la voz de Germán la que había escuchado.


2

Cuando Germán pensaba en Enzo, y muy a su pesar lo hacía varias veces por día, no podía dejar de sentir una punzada de tristeza. Al fin y al cabo ese cabeza dura de anteojos de nerd y sonrisa tímida había sido el mejor amigo que había tenido en su vida.
Su relación nunca había sido lo que los demás llamarían “fácil”, pero ¿Qué relación que valiera la pena lo era?
Pese a lo realmente incomodo de su situación actual, (se estaba desangrando sobre una alfombra barata en un hotelucho de mala muerte) recordó esa mañana de sábado en que lo vio por primera vez.
Cuando se conocieron, jamás imagino que sería uno de esos encuentros que marcan una antes y un después en la vida. De hecho lo primero que pensó al verlo fue: “pero que tipo tan extraño”
Estaba sentado debajo del enorme ombú en plaza San Martin leyendo un comic de… ¿Batman? O alguna de esas cosas que le gustaban tanto leer, la Liga de la Justicia, tal vez. Las palomas se le arrimaban y lo miraban extrañadas. Tenía una mirada ausente, como si mas que leyendo, estuviera viviendo lo que leía.
Germán no pudo evitar sonreír frente a esa imagen.
Se lo imagino preparándose en su casa, eligiendo la camisa negra adecuada, que combinara con el pantalón negro adecuado, que hiciera juego, por supuesto, con su mochila negra llena pines de manga y anime. Y preparándose para el gran evento de la semana: Ir a la comiquería a buscar su suscripción semanal de ñoñadas.
El venia de un lugar un tanto menos inocente que una tienda de comics. Si ser un homosexual promiscuo fuera una disciplina olímpica, Germán sin dudas y pese a sus (por esa época) tiernos dieciséis años, ya hubiera sido doble medallista de oro.
Lo cierto era que para él, el amor era un concepto extraño, como mínimo un tanto tonto. El sexo por otro lado, era su realidad, el lienzo en donde el pintaba sus obras maestras. Ahí el era el dueño y señor de sus sentidos, el maestro de la osadía y el rey del placer y la falsa inocencia. El amor para el suponía dar un fin a su reinado, cortar esa alas con las que salía a volar todas las noches… ¿Por qué alguien habría de renunciar a esa libertad, a ese poder, solo para quedarse aburrido en casa?
No lo entendía.
Enzo levanto la mirada del comic que leía y se lo quedo mirando con cara de pocos amigos. Germán no había caído en cuenta que hacía más de cinco minutos que lo miraba fijo y ahora ya lo habían descubierto. No tenía opción, salvo la mas osada. Se encamino derecho hacia el y pudo notar como el temor se dibujaba de forma fugaz en los ojos estudiosos de ese curioso muchacho.
Preparo su mejor cara de póker y su voz mas seductora. El juego comenzaba una vez mas y la adrenalina de la caza le galopaba por el cuerpo.
-¿Tenes fuego?
Y al hacer la pregunta le regalo una de sus  mejores sonrisas, para que hiciera contraste con su cara seria anterior y lo deslumbrara por completo.
-No fumo. No quiero morir tosiendo pedazos negros de mis pulmones.
La respuesta fue tajante e inesperada por lo gélida. Germán se quedo de una pieza. Las palomas arrullaron junto a el como si se estuvieran burlando.  Pero rendirse no era algo que el hiciera, simplemente no era parte de su naturaleza.
Su honor estaba en juego.
Y además, las palomas estaban mirando.

Los dos reconocerían al recordar ese momento, que fue un misterio como ocurrió, pero media hora mas tarde estaban sentados bajo el enorme ombú charlando como amigos de toda la vida.
Cuando Germán le conto a Enzo que le gustaban los hombres, espero una respuesta llena de temor o desprecio. Sin embargo lo único que obtuvo como respuesta fue que su nuevo amigo se encogiera de hombros y se acomodara los lentes con el dedo índice.
Había algo en Enzo que Germán encontraba completamente irresistible y que al mismo tiempo lo confundía, no era algo sexual y tampoco era enamoramiento…era como si estar al lado de Enzo fuera… lo correcto.
Y pese a que nunca en su vida se había caracterizado por hacer lo correcto, Germán decidió que tenía ganas de hacer algo que nunca antes había hecho con un muchacho que no le diera ni la hora.
Germán se quedo.


3

Enzo manejaba hacia el trabajo en su Audi mientras pensaba que el auto lujoso también había sido uno de los pagos que había recibido a cambio de su alma.
Se sentía realmente miserable y se odiaba a si mismo por tener la suficiente conciencia como para notar los barrotes de su maravillosa, lujosa y cómoda jaula.
¿Por que no podía ser como todos los demás?
Rió amargamente. Nunca en su vida había deseado o intentado ser normal y sin embargo ahora lo deseaba con todo su corazón.
Vino a su memoria la época en la que sentía que tenía un propósito superior, un destino maravilloso que lo aguardaba. Recordó el incidente de la escalera en la casa de su vecina y compañera de juegos de la infancia, Sonia “la gorda”, como la llamaban en el barrio.
Y también recordó la noche que estaba tan borracho que finalmente se animo a contárselo a alguien.
Fue una noche de otoño cuando salían de un Pub con Germán completamente borrachos e intentando disimularlo sin el menor éxito. Habían salido antes de que los echaran. Germán se había encontrado con un ex en la barra y habían armado una escena. Al parecer no habían terminado en buenos términos. Y si a Enzo no le fallaba la memoria, este ex en particular había sido uno especialmente violento, lo cual para el largo historial de su amigo era incluso decir demasiado. Intento recordar el nombre, pero no pudo. Era realmente difícil seguirle el rastro a todas las relaciones que llevaba su amigo, particularmente porque a veces tenía hasta tres en simultáneo.
Luego de zigzaguear  por varias cuadras cantando canciones y riéndose sin motivo, decidieron sentarse en un banco de plaza para mirar como amanecía  y continuar debatiendo sobre cosas tan importantes como si era realmente necesaria una tercera parte de “La historia sin fin”.
Una paloma paso volando cerca de ellos y algo en su cabeza relaciono el sonido del batir de esas alas grises con lo que le había ocurrido en su infancia y antes de darse cuenta lo dijo.
-Una vez vi un ángel.
Germán estallo en carcajadas hasta que se dio cuenta de que no había nada de que reírse.
-¿En serio?
La historia simplemente se deslizo de su boca con una facilidad que le sorprendió y que al mismo tiempo le confirmo que hacía mucho tiempo estaba esperando poder contarla.
Le contó entonces sobre su amiga de la infancia, “Sonia la gorda”, una muchachita pelirroja de cara pecosa y redonda con ojos demasiado juntos, con la que solía jugar todas las tardes después del colegio.
Era una de esas tardes de verano que parecen suspendidas en el tiempo, esas en donde el viento no se mueve y el sol parece no querer ponerse, extendiendo su reinado hacia la eternidad.
Tenía siete años y estaba loco por Star Wars, y a eso jugaba en el patio de su amiga, El era una versión morocha de Luke Skywalker y Sonia era una versión bastante mas rechoncha de la princesa Leia.
Utilizaban el hueco debajo de la escalera de material que daba a la terraza como “la nave” en la que viajaban de un planeta a otro luchando contra el malvado imperio. Recordó la fresca humedad de su “nave” en contraste con el sofocante calor que hacía en el exterior. Solo se sentaban y su imaginación hacia el resto. Había botones, palancas y por supuesto el espacio lleno de planetas y aventuras que los esperaban.
Enzo no lo había notado, pero el día anterior habían agregado una baranda hecha en ladrillos a la vieja escalera.  La madre de su amiga, Doña Susana, subía y bajaba con la ropa en un canasto, aprovechando el inclemente sol de esa tarde.
Tal vez fue por el sol, que la había mareado un poco, o tal vez por pura torpeza, lo importante es que trastabilló al llegar al final de la escalera.
 Doña Susana se apoyo en la baranda sin recordar que el material estaba fresco. La baranda completa cedió  y la estructura comenzó a caer hacia el patio. Horrorizada solo alcanzo a gritar el primer nombre que le vino a la mente.
-¡Enzo!
Y Enzo, que estaba debajo de la escalera y por lo tanto, fuera de peligro, salió a ver por que lo llamaban.
Ocurrió en un segundo. Los pesados ladrillos llovieron sobre el a una velocidad mortal y al mismo tiempo la luz del mismo sol pareció descender y envolverlo. Se sintió protegido y en paz, rodeado por unas enormes alas doradas que podía ver y al mismo tiempo eran invisibles. Algo o alguien lo abrazo muy fuerte y le susurro al oído:
“Aun no.”
Y así como había llegado, se retiro, dejándolo solo en el patio rodeado de afilados pedazos de pared y fragmentos de ladrillo a su alrededor, pero intacto, sin siquiera un rasguño y sonriendo.
Mas tarde, tanto Sonia como su madre dirían asombradas que no tenían idea de cómo no se había lastimado o muerto debido al accidente. No recordaban el momento exacto en que los ladrillos caían sobre Enzo, en la memoria de las dos, era un momento borroso. Pero Enzo lo recordaba muy bien.
Nunca se había sentido mas feliz y seguro que en el momento en que esa misteriosa entidad lo protegió.
Germán lo escuchaba atentamente, sus ojos avellana brillaban y se hacían mas claros a medida que los primeros rayos del sol jugueteaban en su rostro.
Enzo le siguió contando sobre la extraña sensación que lo acompañaba desde ese momento, se sentía observado por ojos benevolentes e incluso en momentos difíciles de su vida, podía sentir como una mano cálida y luminosa se posaba sobre su hombro llevándose todo su pesar.
Quiso contarle más, quiso decirle que cuando estaban juntos se sentía de la misma manera. Sentía que nada podía salir mal, se sentía protegido e invulnerable, capaz de lograr cualquier cosa. Que desde el momento en que lo había conocido ya no sentía pesar. Que podía ver por debajo de su conducta independiente y  autodestructivas a su corazón noble y lleno de amor. Y que cada vez que lo miraba a los ojos, estaba lleno de esa maravillosa luz cálida y celestial que vio por primera vez esa tarde de verano.
Pero ya había dicho demasiado, asique prefirió guardar silencio.
Y así permanecieron, callados hasta que el sol termino de salir. El pie de Enzo repiqueteaba ansiosamente esperando alguna reacción o respuesta por parte de su amigo.
Germán saco un Philip Morris y lo encendió. Le dio una calada profunda y exhalo el humo, mirando los dibujos que se formaban en el frío aire de la mañana.
-Te creo. Dijo finalmente con una sonrisa.
-¿Aunque suene como un lunático?
-Siempre vas a ser mi “Enzo Lunático”. Respondió Germán al mismo tiempo que le desordenaba el pelo y reía.
Un bocinazo lo arranco de la tierra de los recuerdos y lo deposito nuevamente detrás del volante rumbo al trabajo. Un taxista paso junto a su ventanilla, lo mando a la mierda por quedarse pasmado teniendo luz verde y siguió su viaje.
Enzo sintió como los pelos de la nuca se le erizaban e instintivamente miro hacia atrás por su espejo retrovisor.
Y ahí estaba Germán, sonriendo, devolviéndole la mirada.
“Hola, Enzo lunático”.
Sintió una punzada a la altura de la boca del estomago, fuerte, extremadamente dolorosa. Miro hacia abajo y se vio empapado en sangre, la camisa pegada al cuerpo, húmeda y teñida de un carmesí brillante. La sangre se derramaba amontones, chorreaba por el asiento y cubría las alfombrillas de goma.
Grito espantado, confundido, temiendo por su cordura.
Un segundo mas tarde, la sangre, el dolor y su amigo habían desaparecido. Ya no había rastro de esa terrible visión. Solo era un hombrecito muy cansado en camino a un trabajo que odiaba y en donde sabía que no era apreciado.
Ya no había luz celestial en su vida. Ya no se sentía observado por algo benevolente que acudía a él en sus peores momentos y lo rescataba del dolor. Y se dio cuenta que hacía años que había perdido contacto con esa parte de el que a su vez, hacia contacto con algo más.
Se estaciono en el primer lugar que encontró disponible y rompió a llorar. Apoyo su cabeza sobre el volante y lloro desconsoladamente como nunca lo había hecho en su vida. Su pecho se sacudía violentamente mientras intentaba respirar a través de sus lágrimas, mocos y angustia.
Se sentía miserable, perdido y solo. Como si todo lo que alguna vez le hubiera dado felicidad o elevado su espíritu le hubiera sido arrancado, dejando no un hombre, sino un fantasma descarnado y vacío, vagando en una existencia carente de todo sentido y emoción.
Al cabo de unos momentos, cuando se sintió un poco mas repuesto y dueño de si mismo, llamo a su trabajo desde su celular para avisar que no asistiría.
La voz gélida de su jefa le indico que no estaba feliz con la noticia. Se la imagino sentada en su despacho, seguramente con uno de esos vestidos sueltos con un cinturón ancho que la fajaba a la mitad para disimular, sin éxito, sus kilos de mas y con sus labios llenos de resentimiento y hostilidad apretados hasta convertirse en una delgada línea recta.
Aliviado al notar que realmente le importaba muy poco lo que esa bruja pensara, corto la llamada justo cuando escucho que la maldita estaba tomando aire para comenzar con una ráfaga de reproches y comentarios que solo ella encontraría ocurrentes.
Segundos mas tarde su celular comenzó a vibrar. Su jefa al parecer no tenía intención de que la dejaran con las palabras colgando de la boca.
Cuando apago el celular sin tomar la llamada fue como si algo se desconectara dentro de él también. En su cabeza hubo silencio, algo que no ocurría desde hacía mucho tiempo.
Bajo la ventanilla y el viento fresco le pego en el rostro y fue como volver a respirar después de mucho tiempo de tener aguantada la respiración.
Sonrió y se sintió liviano y decidió que no podía seguir viviendo así.
Haría cambios, pero primero, tenía algo que hacer.


4

Germán intento levantarse de la alfombra en la que estaba tirado, pero no pudo sentir sus piernas. Incluso la desagradable sensación pegajosa de la sangre ya coagulando entre la ropa y su piel se le hacía lejana.
Solo sentía frío y el sordo dolor que le producía el cuchillo de cocina que tenia enterrado en el estomago hasta el mango. El sabor cobrizo y dulzón de su propia sangre inundaba su paladar.
Se imagino a la policía tirando la puerta abajo días mas tarde, seguramente alertada por algún alma caritativa de olfato inquisitivo, para encontrarlo muerto sobre una alfombra gastada y de color indefinido, con una remera de Mickey Mouse, bermudas viejas y con medias de toalla.
-Dios, no permitas que acabe así. Alcanzo a murmurar entre débiles silbidos que escapaban de sus labios.
Pero se lo habían advertido, de eso no quedaba ninguna duda.
Recordó la primera vez que lo habían asaltado y golpeado. Salía de un boliche de mala muerte y en una esquina estaba estacionado un auto negro, lustroso y de aspecto importado. Germán no entendían nada de autos, pero entendía que generalmente un auto lujoso viene acompañado de un dueño acaudalado. Asique se subió a la primera señal que le hicieron.
Pero resulto que el dueño del auto no solo tenía mucho dinero, sino también mucha cocaína en su nariz y una lista de exigencias sexuales que el no estaba interesado en cumplir. Si había algo que le gustaba mas que entrar en la cama con cualquiera, era el hecho de mandar entre las sabanas. Era su reino y el no entregaba su corona a nadie.
Asique termino con un ojo morado, sin plata y vagando por las calles de Buenos Aires antes de que pudiera decir “generalmente soy activo”.
Pudo haber ido a su casa, o a una sala de guardia para que le atendieran su ojo, pero prefirió ir a la casa de su amigo.
Al fin y al cabo el lo había dejado solo para poder pasar una velada con esa fulana con la que se estaba viendo ahora. Esa que lo miraba de costado y con asco, como si fuera un mendigo que fuera a infectar todo lo que tocara con alguna sucia enfermedad.
No podía entender como Enzo podía estar enamorado de Karla. Era fría, manipuladora y solo le interesaba el sobresalir, el estatus social y todas esas cosas.
Si eso era el amor, prefería el inflamado ojo morado que tenía en ese momento.
Además, Germán sabía que el problema con Karla era que no había podido ahuyentarla como a las demás. La desgraciada en cuestión había llegado para quedare y le había robado a su compañero de aventuras. Hacía meses que apenas salían un fin de semana de cada tres y los días que separaban los encuentros en los que se reunían a tomar algo y charlar se habían espaciado considerablemente. Y en la ausencia de su amigo, algo oscuro comenzó a ganar terreno en su interior. Compensaba la falta de Enzo saliendo cada vez mas. Haciendo cosas cada vez mas riesgosas.
Honestamente Germán extrañaba a su amigo, a menudo bromeaba diciendo que era la relación con un hombre en la que más había durado y sabía que era realmente cruel de su parte manipularlo con culpa apareciendo en su casa, lastimado e insinuando que eso tal vez no hubiera pasado si no lo hubieran dejado solo.
Pero luego recordó la mirada cargada de rechazo de Karla, y supo que eso era exactamente lo que tenía que hacer si quería recuperar a su mejor amigo.
Fue esa mañana cuando cambio todo.
Enzo abrió la puerta somnoliento y sus ojos se fueron abriendo llenos de espanto al ver lo que tenía delante.
-Hola Enzo lunático.
Alarmado, Enzo lo invito a entrar y minutos mas tarde la pava estaba en el fuego y había un repasador con hielo sobre el ojo de Germán.
Luego de haberle contado todo lo que había pasado, los dos permanecieron en silencio.
-¿Por qué te haces esto? Finalmente pregunto Enzo.
-¿Hacer que cosa? Repregunto el, sabiendo exactamente a que se refería.
-No tenes que salir todas las noches, no tenes que regalarte a cualquiera y ciertamente no tenes porque seguir haciendo la vida que haces.
Germán no se esperaba tanta sinceridad brutal por parte de su amigo, con el paso de los años se había convertido en  un tipo de lo mas diplomático. De repente se sintió enojado, no le gustaba lo que estaba pasando. Su intención era que su amigo volviera a acompañarlo y ahora en lugar de eso se sentía juzgado.
-¿Qué se supone que tengo que hacer entonces? Replico con una dureza que lo sorprendió.- ¿Conseguir a alguien con quien jugar a la casita como haces vos?
Enzo se enderezo en su silla, como si le hubieran dado una bofetada.
-Eso fue innecesario.
Pero la represa ya se había roto y Germán estaba muy lejos de cerrar la boca y dejarlo pasar.
-¡Es completamente necesario! Grito al mismo tiempo que arrojo el hielo dentro de la pileta de la cocina.
-¿Eso es lo que tengo que hacer? ¿Dejar de lado a mis amigos, a la gente que me quiere para conseguir un tipo y sentar cabeza? Estallo en carcajadas por lo ridículo de la idea.
Enzo lo miro de arriba abajo con los ojos llenos de algo que Germán nunca había visto en la mirada de su amigo: Lastima.
-Sos un ser humano excepcional. Dijo finalmente Enzo. –Tenes un corazón enorme, lleno de amor, y sos un cabeza dura.
Germán lo miro con cara de escepticismo y cruzo los brazos sobre el pecho. Su amigo no se dejo intimidar por el gesto de rechazo y continúo hablando.
-Durante todos estos años de amistad, nunca conocí a una persona mas noble, tierna y amable que vos.
Y era verdad. Cuando sus padres murieron, Germán estuvo a su lado. Cuando obtuvo su título universitario, Germán fue el primero en abrazarlo al salir. Siempre se había sentido acompañado por el, incluso cuando no estaba presente solo rememorar alguna de sus andanzas lo hacía sentir mejor. Enzo conocía al verdadero Germán, no al príncipe malcriado del ambiente y la noche que tanto le gustaba aparentar ser. Sino al hombre sensible y sencillo que en realidad era.
Los ojos de Germán comenzaron a lagrimear. Odiaba en ese momento a Enzo con toda su alma. Era como si hubiera encontrado una ventana secreta y pudiera ver dentro de su corazón. Ante su amigo, Germán siempre se sentía vulnerable, mas desnudo que frente a ningún otro hombre en su vida.
-Eso lo ves vos nomas. Fue lo único que atino a responder.
-Vos también lo ves.
Enzo se levanto, puso un mate delante de él y comenzó a juntar el hielo que había quedado desparramado en la mesada. Armo nuevamente la compresa y se la dio a su amigo, que ya estaba tomando su infusión. Germán lo observaba mientras acomodaba el hielo dentro del repasador. Enzo ponía cariño en todo lo que hacía, incluso en las tareas mas banales. Pensó en lo mucho que amaba  a su amigo y en que se quedaría durante horas viéndolo hacer hasta la cosa mas sencilla. Como la primera vez que lo había encontrado, leyendo un comic hacia tantos años ya.
-Algún día un buen pibe lo va a ver también y creo de todo corazón que vas a ser muy feliz.
Germán permaneció en silencio mientras terminaba el mate. La luz fría de la mañana se colaba por el ventanal mientras los primeros pájaros comenzaban a cantar. El sonido del tráfico se hacía mas intenso. Afuera, Buenos Aires despertaba.
-Vos sos un buen pibe. Finalmente respondió.-y cuando estamos juntos soy muy feliz.
Enzo lo miro sorprendido, pero solo por unos segundos. Luego su cara se lleno de seriedad y sombras.
-Pero yo estoy con Karla.
-¡Entonces yo puedo estar con quien quiera! Respondió mientras se levantaba y dirigía hacia la puerta, sabiendo que se estaba comportando como un imbécil celoso y avergonzado de si mismo.
 Enzo intento detenerlo, pero Germán lo empujo con fuerza y termino golpeando la mesa, volcando la pava con agua hirviendo.
Grito lleno de dolor y se llevo la mano a la muñeca. Una salpicadura le había hecho una quemadura importante. Germán, arrepentido intento ayudarlo, pero Enzo no se lo permitió.
Con los dientes apretados por el dolor de la herida y también por la rabia que sentía, Enzo solo le dijo una palabra.
- Andate.
Y así fue como Germán termino por segunda vez vagando por la calle, con la frase que le había soltado su amigo antes de cerrar la puerta  revotando en su cabeza.
“Cuando termines muerto en algún antro de mala muerte o en la cama de un hospital, no digas que nadie te lo advirtió, que nadie intento ayudarte”.
Como lo odiaba cuando tenía razón…
Sintió un espasmo en la columna y tosió sangre, manchándose la cara y el dolor relampagueo con mas fuerza en todo su cuerpo.
Se estaba muriendo, ya no había duda de eso. Pero no podía irse de este mundo de esa manera, con tantas cosas pendientes, con tantas palabras sin decir y cosas sin hacer.
Le vino la certeza de que eso era lo que pensaba casi todo el mundo antes de morir y comenzó a llorar. No podía terminar así.
Intento pararse una vez mas.
Un último esfuerzo, luego, el olvido.


5

Enzo estaba sentado bajo el enorme ombú de plaza San Martín.
Miraba hacia el arenero, donde unos niños jugaban e intentaban armar un castillo con unos moldes de colores bajo la atenta mirada de su madre.
Pensó en que algún día el seria padre también, pero nunca traería a sus hijos a esa plaza. Los años no habían sido gentiles con las estructuras y al parecer ya no la limpiaban tanto como solían hacerlo años atrás. Ahora se veía sucia, gastada y francamente deprimente.
Había intentado contactar con Germán de diferentes maneras. Su antiguo número telefónico ya no estaba disponible. Lo mismo ocurría con su teléfono celular. Cuando había intentado llamar a su madre, ella simplemente colgó al escuchar su nombre.
Se arremango  y se desabrocho el cuello de la camisa. Comenzaba a hacer calor. Se miro el brazo. La marca que le había quedado de la quemadura que se había hecho esa mañana, tanto tiempo atrás. Una perfecta media luna oscura cruzaba de un lado al otro  de su muñeca.
“La media luna de Enzo lunático” y al pensar eso los ojos se le llenaron de lagrimas nuevamente.
Todo se había ido al diablo después de esa mañana. Enzo había intentado contactar nuevamente con Germán, pero él no respondía. Simplemente se había internado mas y mas en su espiral de salidas nocturnas, vicios y malas compañías hasta desaparecer del mapa.
Las veces que lo había vuelto a encontrar, apenas pudo reconocerlo. Ya no quedaba nada de esa persona que había sido su hermano. Las drogas, la noche y las enfermedades lo habían cambiado, lo habían tornado en un ser oscuro, demandante y dañino. La luz que brillaba en esos ojos avellana se había apagado. La ventana al alma de su amigo estaba cerrada.
Enzo era consciente de que Germán estaba matándose frente a sus ojos y que lo quería de espectador, en primera fila. Era su manera de castigarlo, o de pedirle ayuda, o tal vez de las dos cosas.
Las pocas veces que había intentado ayudarlo nuevamente, había sido rechazado, o simplemente Germán le mentía, y luego de recitar falsas promesas, desaparecía nuevamente.
Su amigo parecía haberse perdido en el laberinto de sus propias decisiones y el se sentía incapaz de ayudarlo.
Y llegado a un punto tener que verlo así se le torno demasiado doloroso y decidió simplemente dejar de intentar.
Fue así de sencillo y así de difícil.
Y no había pasado ni un solo día de su vida sin despreciarse profundamente por haberlo hecho.
Estaba llorando otra vez. Estaba seguro de que algo estaba ocurriendo con su amigo, algo malo y que el seguía sin poder hacer nada para solucionarlo.
Uno de los niños que jugaba a construir castillos en la arena le contó algo al oído a su compañero y los dos miraron hacia él y rieron.
El viento cambio de dirección y le trajo un fuerte olor a orina de gato que salía del arenero.
El estomago se le revolvió y decidió que lo mejor sería ir a casa. Karla tenía su “reunión semanal de chicas”, donde Enzo suponía que se juntaban a hablar estupideces y a tomar tragos como en una mala versión de “Sex and the city”. Asique podría disfrutar de un poco de tranquilidad y tal vez, podría descansar un poco.


6

Del diario de Enzo Gutiérrez. (Fragmento)
Hubiera preferido que me dieran una patada en los huevos. Pero ahí estaba, sentado en mi cocina, donde tiempo atrás le habíamos dado por terminada de forma abrupta nuestra amistad.
Y sonreía.
El maldito sonreía y de repente todo fue como en los viejos tiempos. Todo era nuevo y maravilloso, una aventura a punto de comenzar tras otra. Hasta la luz parecía distinta, difusa, cálida y agradable. Esa sonrisa que podía convencerme de que el mundo no tenía límites y que era una bestia  salvaje que habíamos domado y yacía a nuestros pies.
Por supuesto el leyó todo esto en mi cara de idiota sorprendido y sonrió aun mas.
A veces podía ser un desgraciado.
-¿Como carajo entraste a casa?
Y por supuesto lo dije con el tono de voz mas serio e indignado posible, pero los dos sabíamos que en realidad solamente quería preguntarle como estaba, por donde había estado, que cosas había hecho.
Y por supuesto y mas que nada, quería decirle lo mucho que lo había extrañando.
-Tengo mis maneras… Respondió y movió su mano en forma circular como restándole importancia al hecho de haber irrumpido en mi hogar.
Lo disimulaba mejor que yo, pero el también estaba emocionado, sus grandes ojos marrones brillaban delatándolo.
Y al fin y al cabo el que se había metido en mi cocina para verme era él, ¿no?
Tenía el mate preparado, pero no había tomado ninguno. Dios sabe cuánto tiempo habría estado esperando que llegara de trabajar con todo listo sobre la mesa.
-¿Te acordas cuando nos conocimos?
Por supuesto que me acordaba, pero no tenía ganas de hablar de eso, tenía ganas de recordar  las veces que lo había llevado al hospital con sobredosis, las veces que lo había encontrado tirado en la cama completamente pasado, con diez kilos menos,  y con días sin comer. Las veces que había prometido ir a recuperarse y luego había desaparecido para reaparecer meses mas tarde en un estado mas lamentable aun. Las veces que lo había acompañado a hacerse el test para ver si esta vez tenía HIV o simplemente una enfermedad venérea mas para su frondosa colección. Y sobre todo las veces que le había creído todas y cada una de las mentiras que le había dicho para defender su adicción a morir, o a no vivir.
Quería aferrarme a eso mas que a nada, porque era la única defensa que tenia para no caer en su influencia nuevamente. Porque él era débil ante sus vicios y yo era débil ante él. Y así había sido nuestra relación durante años hasta que un día me había mirado al espejo y descubrí que ya estaba demasiado viejo, demasiado cansado y demasiado asqueado conmigo mismo para seguir viviendo de esa manera.
O por lo menos así lo había pensado en ese momento.
-Si viniste a charlar de los “viejos tiempos” Germán, me temo que viniste al pedo.
El me estudia por uno o dos segundos, sus ojos se mueven veloces, buscando algún gesto, alguna señal corporal que pueda utilizar en su beneficio.
“los adictos son mentirosos y manipuladores”  Me susurra el lado pensante de mi cerebro.
Pero lo que hago es abrazarlo, y lo abrazo tan fuerte que escucho como le cruje la espalda mientras lo levanto en el aire.
Lo miro de arriba abajo y lo veo bien y luego una luz roja se enciende en mi cabeza y de nuevo la parte pensante de mi cerebro me comienza a susurrar cosas, como que está demasiado bien, demasiado tranquilo y demasiado sano.
Doy un paso hacia atrás y el me mira callado pero sonriente. Tiene puesta la remera de Mickey que le había regalado para uno de sus cumpleaños y tiene un pequeño tajo a la altura del estomago. Me da un escalofrío al mirarla.
-No pierdas tiempo en los detalles, Enzo lunático.
Se sienta de nuevo en la mesa y me da un mate y pese a que la pava y el agua no dan señales de estar calientes, sorprendentemente el mate si lo está.
-Vengo a decirte que no te culpes.
Y cuando lo escucho se me cae una lágrima y me doy cuenta de lo que ocurre. Ante mi está pasando algo horrible y al mismo tiempo maravilloso.
-vengo a decirte que tenias razón, que cuanto más te esforzabas en ayudarme, yo más me esforzaba en ir hacia atrás. Porque era la única manera de poder tenerte conmigo.
Y ahora también el esta llorando y su mirada esta llena de compasión y ternura.
Intento decir algo, pero el me hace un gesto que parece indicar que la conversación no va a durar mucho mas.
-Ir hacia adelante nunca fue una opción para mi. Tener una vida normal, una familia, un hogar es algo que siempre supe que se me estaba negado.
Estira la mano y toma la mía. Esta cálida y siento como ese calor sube por mi brazo hasta mi pecho. Me invade un  vértigo pero al mismo tiempo me siento bien. Me siento afortunado por la oportunidad que estoy teniendo.
-Y es algo que también esta negado para vos, Enzo lunático, pero por otros motivos. Me suelta lentamente la mano, pero el calor se queda en mi pecho.
-Sos parte de algo muy especial, siempre lo supe. Y para que puedas salvar a los demás tenes que entender que no podes salvarme a mi.
Cuando le pregunto de que mierda me está hablando, me responde con una de sus caras de “yo se algo que vos no” y me dan ganas de putearlo.
Se levanta de la silla y yo lo agarro del brazo, no quiero perderlo de nuevo, parecía que toda la vida me la había pasado perdiéndolo.
Cuando le pregunto a donde va, simplemente me abraza y con la mejor cara de desfachatado me dice:
-Adonde mas, salvo hacia atrás. Se encoje de hombros y me regala su mejor sonrisa.
-Hay un chiquito muy ñoño al que amo, que tengo que abrazar muy fuerte, protegerlo de unos ladrillos y decirle al oído que aun no le toca. Que tiene mucho por hacer.
En ese momento suena el teléfono y el corazón se me hiela. Solo miro un instante en dirección al aparato y cuando vuelvo a mirar, mi amigo ya no está.
Estoy solo parado en la cocina, con un mate frío sobre la mesa y un teléfono que no para de sonar al que no pienso atender.
No me hace falta.
Ya sé que trae malas noticias.

viernes, 27 de mayo de 2011

Cuarta crónica

Crónicas de mundo oculto: Cognitio vis est
Para Can, que con sus sueños alimenta mi locura.

El sol se filtraba por las persianas bajas del cuarto de Cassandra Roldan. Scully, su siamesa y fiel compañera, se desperezo muy lentamente, cambio de posición y volvió a sumirse en el reino de los sueños gatunos.
Cassandra encendió su quinto cigarrillo en media hora. Estaba realmente nerviosa, al borde del pánico, desde que le habían dado la noticia.
Habían encontrado el cuadro y lo estaban examinando en una de las salas de la Orden.
Ese maldito cuadro que había marcado su vida para siempre. Esos horrendos girasoles.
 Le dio una calada profunda a su Lemans suave y pudo notar cómo le temblaba la mano. Odiaba estar asustada. Pero, ¿no lo había estado toda su vida?
Había peleado contra lo sobrenatural. En ocasiones incluso, había ganado. Sin embargo el simple recuerdo de ese cuadro la hacía sentir que sus logros no llegaban a nada. Frente al recuerdo de lo que había ocurrido se sentía pequeña y vulnerable.
Como cuando vio al cuadro por primera vez.
A diferencia de otros miembros de la Orden de la Sagrada Trinidad, Cassandra fue criada entre lo paranormal desde su tierna infancia. Sus padres eran ocultistas y brindaban sus servicios a la orden como consultores externos.
Cuando sus dones se manifestaron, nadie la miro torcido, ni la condujo amablemente  al manicomio más cercano. Fue educada con amor y firmeza para desarrollar sus habilidades al máximo. Su madre, una mujer serena pero de mirada fuerte, le informo sobre el mundo que la rodeaba y sobre los peligros que escondía. “existen muchos mundos, pero están dentro de este” le decía siempre su madre.
Cuanta razón tenía.


1
Era el verano de 1979 y ella tenía tan solo ocho años. Regularmente escuchaba la radio, pero desde que había descubiertos sus dones, no hacía otra cosa salvo pasear por el enorme parque de la hermosa residencia en la que vivía. Dejaba volar su mente y cada cosa del parque le contaba una historia. El banco de piedra blanca junto al farol le narraba la historia del primer beso que su padre le había robado a su madre muchos años atrás. El césped le mostraba las sesiones de té que no solo su madre, sino varias generaciones de las mujeres de su familia habían celebrado sobre él. La lluvia le susurraba al oído los lugares que había visitado y las cosas que había visto durante su peregrinar por el cielo… Todo era maravilloso y brillante. El mundo entero era un cofre del tesoro lleno de fantásticas historias y solo ella poseía la llave.
Nana Adela la miraba con sus atentos  ojos avellana mientras bordaba sentada en un enorme sillón de mimbre. Era como una segunda madre para ella y se rumoreaba que era además una poderosa bruja.  Había estado al servicio de la familia Roldan por mas de tres generaciones y era temida en todo el barrio. En una ocasión, al realizar las compras, había escuchado a una de las escandalosas vecinas del nuevo edificio de enfrente, hablar sobre la casa y la historia familiar de sus patrones.
Los que estuvieron presente esa mañana dijeron que Nana Adela simplemente se la quedo mirando con esos ojos viejos y astutos hasta que la vecina en cuestión se retiro avergonzada.
Cinco días mas tarde el barrio entero estaba conmocionado. La vecina en cuestión se estaba mudando a toda prisa.
“No puedo dormir, esa mujer aparece a la noche en mi cuarto, a los pies de mi cama, y no deja de clavarme la mirada hasta que amanece”
Nunca más se hablo de la familia de Cassandra de manera desfavorable y el barrio entero se persignaba al ver pasar a la robusta anciana de tez oscura y cabello color plata.
Cassandra danzaba en círculos con sus pies descalzos sobre la hierba, reía casi en éxtasis bajo el cálido sol de primavera. Estaba transportada por las imágenes llenas de belleza y luminosidad que cada cosa que la rodeaba le contaba.
Nana  Adela sintió como si algo le tocara el hombro muy despacio y miro hacia su derecha.
El enorme portón de hierro de la entrada se abrió y una camioneta Ford entro dando tumbos por el camino de piedra del frente de la casa.
Su padre salió disparado al encuentro de los visitantes. Se frotaba las manos impaciente. Dos hombres con aspecto de pocas pulgas fueron a la parte trasera del vehículo y bajaron una caja con mucho cuidado.
-Magnifico. Dijo el Sr Augusto Roldan, apenas conteniendo su entusiasmo.
Magdalena Roldan miraba desde la ventana, cruzada de brazos y con el ceño fruncido. No era de su agrado lo que su marido estaba haciendo.
No quería esa pintura bajo su techo.
Magdalena había escuchado los rumores, los suficientes para estar mas que contrariada por el hecho de que ese cuadro compartiera residencia con su familia. Las historias sobre las desapariciones de muchos de los coleccionistas que habían poseído ese horrendo pedazo de arte le generaban malestar. Cinco personas desaparecidas en diez años. Sin rastros. Y en cada caso, esos girasoles horrendos eran los únicos testigos mudos de lo que había ocurrido.
Nana Adela sintió un ligero malestar en la boca del estomago, como un cosquilleo mesclado con nauseas. La experiencia le indicaba que algo malo estaba por ocurrir. Miro a Cassandra bailando sobre la hierba como una hermosa princesa pagana. Su cabello rojizo parecía arder regalando mil destellos de sol. Era feliz y estaba destinada a ser poderosa, una gran fuerza del bien. Y Adela sabía muy bien que las personas con destinos como el de su pequeña Cassandra solían llamar la atención de fuerzas poco benignas.
Luego volvió a mirar a esa caja que los dos hombres estaban entrando a la Casa de sus patrones. Pensó en lo oscuro que se estaba poniendo el mundo, en como las sombras últimamente habían ganado nuevamente control sobre el pueblo. Era una mala época, una época peligrosa para los que caían en la categoría de “diferentes”. La gente desaparecía, resultaba lastimada o se iba del país. El terror marchaba al compas de las botas por las calles de Argentina. De momento, ellos estaban a salvo. Pero; ¿por cuánto tiempo más?
Y sabiendo lo afortunada y sobre todo lo realmente frágil que era su tranquilidad, Nana Adela no podía comprender como el Sr Augusto invitaba a los problemas a entrar en su casa.
Toco el colgante de plata en forma de lagrima que llevaba en su cuello. Era viejo y se decía que poseía magia antigua y poderosa. Siempre lo llevaba como amuleto protector y había servido bien a su árbol familiar desde tiempos inmemoriales, incluso antes de que sus antepasados desembarcaran en Buenos Aires.
Cassandra reía a carcajadas, al parecer encantada por algo que solo ella podía oír. Nana no pudo evitar sonreír frente a tal visión de ternura e inocencia. Pero su sonrisa quedo trunca al escuchar que la puerta se cerraba y la camioneta se ponía en marcha.
Decidió entonces suspender su bordado y comenzar otro tipo de preparativos.


2
Podía sentir la mirada de reproche de su esposa incluso desde el otro extremo de la habitación. Pero lo hecho hecho estaba y francamente el estaba por demás emocionado. Ni siquiera noto cuando ella se marcho, indignada.
Finalmente “Los girasoles de Ferdiz” estaban junto a él. La última obra del pintor maldito que era materia de las mas disparatadas leyendas.
Se decía que Ferdiz era un pintor de poca monta hasta que pacto con el Demonio. Quería el talento de Van gog y el diablo se lo dio. Solo pudo pintar replicas de sus famosos girasoles hasta el día de su  muerte.
Muchos dicen que murió en la pobreza, otros que se suicido, otros aventuran que murió pintando girasoles en las paredes de su celda en el manicomio con su propia sangre. Y otros sostienen que simplemente desapareció sin dejar rastros.
De la misma forma que habían desaparecido los posteriores compradores del cuadro. Pero eso era algo que al Sr Roldan lo tenía sin cuidado. El era un experimentado investigador de lo paranormal con mas de treinta años de experiencia que lo respaldaban. No era un coleccionista de arte ignorante y morboso dispuesto a sumar a su colección un cuadro solo para impresionar a sus visitas en reuniones sociales. Si había peligro en el cuadro, el no sería sorprendido con la guardia baja.
Durante sus investigaciones había descubierto que el cuadro ejercía cierta influencia sobre su propietario y sobre los alrededores de donde se encontrara. Algo así como una especie de polución psíquica. Las personas alrededor del cuadro se volvían mentalmente mas inestables, pero también psíquicamente mas potentes.
¿Era acaso el cuadro un catalizador? ¿Había quedado impregnada en el lienzo una parte de la energía demoniaca que lo había creado? ¿O acaso simplemente el artista había plasmado con tanta locura y desesperación las pinceladas que incluso aun hoy hacían eco en el tiempo? Había encontrado varios objetos que reunían esas características durante sus colaboraciones con la Orden de la Sagrada Trinidad. Una vez habían logrado recuperar una caja de música que cambiaba los estados de ánimo de quien la escuchara de acuerdo a la melodía que tocara, pero esto superaba todas las expectativas.
Augusto miro nuevamente el cuadro mientras se servía un vaso de whisky. Sus teorías no explicaban la desaparición de tantas personas. Incluso algunos desaparecían dentro de habitaciones cerradas y con una sola entrada, como el francés que había comprado el cuadro en el 72.
Algo llamo su atención, un ligero susurro.
¿Se habían movido ligeramente los pétalos de esos agonizantes girasoles? Parpadeo un par de veces. Seguramente había sido su imaginación.
-¿Estas bien? La voz de su esposa sonó mas cerca de lo que el recordaba que estaba. No pudo disimular su sobresalto.
-Esa cosa me pone los pelos de punta. Dijo ella al mismo tiempo que hacia un ademán mostrando su desagrado.-Ya es casi hora de cenar.
Su esposa de alejo por el pasillo que comunicaba su estudio con la sala de estar y a medida que el sonido de sus tacones se alejaban, Augusto tomo conciencia de lo que su esposa le había dicho.
Ya era la hora de la cena, pero lo último que el recordaba era que eran las tres de la tarde.
¿Cuánto tiempo había estado mirando ese cuadro?

3
Los sueños comenzaron esa misma noche, con diferentes variantes de acuerdo a cada uno de los miembros de la familia, pero el final era el mismo: El cuadro y los girasoles. En los sueños comenzaban a moverse, como agitados muy levemente por un tímido viento que se colaba por alguna ventana abierta que se encontraba en algún punto no visible de la pintura. Luego el cuadro comenzaba a supurar una sustancia negra que se derramaba por los bordes, como si el marco apenas pudiera contener el pútrido liquido que emanaba del lienzo.
Todos en la casa soñaban, menos Nana Adela. Ella había permanecido despierta preparando su espíritu para lo que haría a continuación. Camino despacio y sin hacer ruido por la silenciosa casa de los Roldan. Parecía una sombra deslizándose por los pasillos, podía recorrer la casa con los ojos cerrados, había sido su hogar durante muchos años.
El cuadro era maligno. No importaba el motivo por el cual lo era. La curiosidad de Don Augusto los estaba por matar a todos. Podía sentir como la influencia del cuadro crecía, como una mancha de tinta en un papel secante. Tenía que destruirlo, no importaba si por ello perdía la confianza de sus patrones. Esa cosa no se detendría hasta alimentarse, porque los objetos como ese cuadro eran siempre mucho mas que simples objetos. Eran el disfraz de algo mas terrible, algo que nuestros limitados sentidos no pueden percibir por su verdadera naturaleza. Son puertas abiertas hacia otros lugares, donde moran criaturas que se alimentan de nuestras almas, de nuestra cordura incluso. Ese lienzo, por el motivo que fuera, era un desgarrón en nuestra realidad por donde lo que existe en lo que su abuela llamaba “el otro lado, el lado oculto” se derramaba  a nuestro mundo.
Abrió la puerta de doble hoja del despacho de Don Augusto y ahí estaba esa maldita cosa. Estaba exactamente donde la habían dejado, colocada entre los dos altos ventanales que daban al patio. Las ventabas estaban abiertas y las vaporosas cortinas revoloteaban a su alrededor como un lento mar de niebla. Y los girasoles se movían también, al compás del viento nocturno.
Adela se llevo instintivamente la mano derecha al colgante de plata. Recordó que era un metal sagrado y poderoso ante el mal. Se decía que el mismo Dios lo había bendecido en compensación al uso ruin que le habían dado al utilizarlo como pago por su traición a Judas.
Los girasoles se agitaron mas violentamente y el viento afuera pareció responder y aumentar también.
-No me asustas. Dijo con un tono de voz un tanto mas tembloroso del que le hubiera gustado.
El cuadro ya no parecía un cuadro, sino una ventana adonde fuera que estuvieran esas condenadas plantas. Recordó lo que había escuchado decir a Don Augusto en una oportunidad, que el pintor, el tal Ferdiz, había enloquecido y solo pintaba girasoles. Daba la sensación de que el cuadro era una ventana directa a la locura de Ferdiz y que esta tenía la intención de extenderse e infectar a quien cometiera el error de mirarla durante mucho tiempo.
Incluso daba la sensación de que si uno extendía la mano lo suficiente…
Y de repente supo lo que había ocurrido con los anteriores propietarios del cuadro y con el propio Ferdiz. La locura. La locura es la puerta mas común hacia el “otro lado”. Y lo que fuera que viviera del otro lado de esa ventana abierta por la locura del pintor, quería compañía.
Sin darse cuenta dio un paso hacia la pintura. Sus brazos se fueron relajando lentamente y cayeron laxos a sus costados. El movimiento de las flores era cada vez más veloz y cada vez mas hipnótico.
Dio un paso mas, y luego otro. En su campo visual solo había girasoles y mas girasoles agitándose cada vez mas violentamente por el viento. Estiro su mano, apenas notando lo que hacía y fue como si algo invisible y poderoso saliera a su encuentro y la agarrara con inusitada fuerza.
El grito de Cassandra la saco del atontado sopor en el que estaba. La niña la miraba con los ojos llenos de espanto. Estaba parada en el marco de la puerta, con su camisón color rosa y descalza.
Nana Adela supo que ya era tarde para ella, podía sentir como su mente se desintegraba, como perdía velozmente la razón. Miro a Cassandra y tan solo alcanzó a gritarle que no se acerque.
Pero podía sentir como los terribles ojos de lo que estaba al otro lado se posaban en la niña, como la codiciaban con un hambre sobrehumana. La niña era especial, ella lo sabía y al parecer la pintura también.
Lo último que Nana Adela supo fue que sus dedos se agarrotaban alrededor del colgante intentando arrancarlo y arrojárselo a la pequeña.
Luego la oscuridad la devoro por completo.


4
El cigarrillo le quemo los dedos.
Cassandra dio un respingo en la cama donde estaba sentada y se miro sorprendida la mano. Había quedado tan absorta en sus recuerdos que se había olvidado por completo del cigarrillo que estaba fumando.
Scully bostezo y la miro con sus sagaces ojos azules, luego de observarla por unos instantes, decidió que no ocurría nada de interés y siguió durmiendo.
Aun soñaba con esa noche. Como algo rompía los huesos de Nana Adela a medida que la jalaba dentro del cuadro. La mano inerte de la anciana, con el amuleto de plata extendida hacia ella…
Pero lo peor era la cara. No había rastro alguno de cordura en la cara de la mujer. Sonreía mostrando todos los dientes manchados de sangre, mirándola con ojos desorbitados y completamente dementes.
Había intentado dar un paso hacia ella, aunque sea para tomar su mano e intentar salvarla.
Pero el miedo la había superado por completo. Y finalmente cuando creía haber reunido el coraje suficiente, lo que fuera que tironeaba de su nana hacia dentro de la pintura termino por salirse con la suya y la anciana desapareció.
Cassandra pudo ver entonces la pintura en toda su gloria.
Había miles de Girasoles en un campo que se extendía hacia el infinito. Se agitaban violentamente como si un fuerte viento de tormenta los zamarreara. El cielo era color ceniza y carente de nubes. Le dio una extraña sensación de vértigo, que fue reemplazada casi inmediatamente por puro espanto, al notar la estela que se formaba en ese océano verde amarillento. Era el rastro que dejaba la cosa que había atrapado a Nana Adela a medida que la arrastraba mas y mas hacia dentro de ese infinito e infernal campo de pesadilla. Y muy, muy en el fondo podía verse algo mas, una ciudad, tal vez. Pero las formas, la arquitectura misma, era extraña, errónea.
Algo mas llamo su atención, había nuevos movimientos, nuevas criaturas se abrían camino entre las largas plantas y se dirigían hacia donde la primera se había detenido.
Los girasoles se agitaron mas violentamente y Cassandra comprendió que fuera lo que fuera lo que vivía del otro lado del marco de la pintura, no estaba solo.
De hecho, se estaban reuniendo seguramente para alimentarse de la carne de su mas reciente presa.
En ese momento, cuando su pequeña e inocente mente comprendió el horror de lo que ocurría, pudo sentir como algo se rompía dentro de ella, como en su alma una parte elemental de su ser nunca volvería a estar bien después de esa noche.
Pudo escuchar como una risa triunfal e inhumana salía del cuadro.
Y finalmente el olvido se apiado de ella y cayó desmayada sobre la alfombra color carmesí del estudio de su padre.
No había pasado un solo día en toda su vida sin sentir vergüenza por el miedo que la había paralizado esa noche y que a veces aun la paralizaba en sus tareas cotidianas. El terror había echado poderosas raíces en su corazón y pese a que prácticamente todos los días tenia que vérselas con lo paranormal gracias a su labor en la Orden… Nunca había dejado de estar aterrorizada y avergonzada de quien era.
Nunca había dejado de ser esa niña descalza y asustada parada frente a las fauces abiertas de la locura.
Y ahora, luego de tantos años el horror de su infancia regresaba a ella. Los objetos malditos siempre parecen gozar de muy buena memoria. Tarde o temprano regresan para terminar sus asuntos pendientes.
O tal vez lo estaba enfocando desde el ángulo equivocado…Tal vez la oportunidad de saldar cuentas no estaba destinada para el cuadro, si no para ella.


5
-Bajo ningún punto de vista.
Los anteojos de Damián García, director de la casa matriz, destellaron bajo la luz de su despacho, como afirmando las palabras de su dueño.
El recinto era amplio y de techos altos, haciendo juego con el resto de la Casa Matriz de la Orden en Buenos Aires. A espaldas del director, un enorme ventanal mostraba una maravillosa vista del jardín interior del edificio.
Damián la miraba en silencio, su rostro indicaba que la discusión había terminado. Cassandra estaba llena de frustración. No comprendía la negativa de su jefe.
-Pero…
-Oh, si, por supuesto. Respondió el.-Ahora que dijiste “pero” mi opinión cambio por completo y te concedo acceso ilimitado a la pintura…
Damián arqueo una ceja para acentuar su sarcasmo. Cassandra se enfado aun mas, su jefe podía ser un auténtico desgraciado cuando se lo proponía.
-Cassandra, no hace falta que te explique el porqué te niego acceso a la pintura. ¿Verdad?
Su tono de voz era ahora mas conciliador. Damián y ella se conocían hacia varios años ya. Ella había aprendido a confiar en él y él en ella. Incluso más de una vez habían trabajado juntos. Lo respetaba y despertaba en ella una tremenda curiosidad. Era una de las pocas personas que Cassandra no podía “leer”. Su habilidad no tenía efecto sobre Damián. Las pocas veces que intento utilizar su “don” con el, no había recibido un rechazo feroz como cuando lo había intentado con ese mocoso malcriado de Nievas, sino que simplemente no pudo ver nada. Ese hombre alto de mirada oscura y profunda y  cabello demasiado corto, era un enigma para ella. Pero al mismo tiempo sabía que así era como todas las personas “normales” se relacionaban, descubriéndose poco a poco a medida que el tiempo pasaba y la confianza crecía.
-Es justamente por eso que…
Pero no alcanzo a terminar la frase. Sabía que era una causa perdida. Cuando Damián tomaba una decisión, era final.
Salió del despacho y se dirigió a su lugar preferido para pensar, el viejo banco de mármol bajo la glorieta en el jardín. Siempre se sentía cómoda en ese lugar. Estaba en el centro del jardín interno del enorme caserón antiguo que les servía de hogar a ella y a los demás. La glorieta tenía cuatro entradas y cada una de ellas tenia sendos caminos que comunicaban con cada una de las alas del lugar. Cerró los ojos y la primera lágrima se deslizo por su rostro.
No era justo.
Nada había sido justo, o correcto, desde aquella noche. Sus padres se distanciaron cada vez mas hasta separarse por completo. Ella pasaba gran parte del tiempo con su madre y solo los fines de semana con su padre. Su vida se había convertido en algo completamente distinto al mundo fantástico en el que vivía hasta que esa pintura apareció en su vida. Nunca se le había ocultado el hecho de que ella era distinta y los motivos del por que lo era, jamás se le había mentido sobre las muchas realidades y universos que se rozan y coexisten con el nuestro. Siempre se le había informado sobre el “mundo oculto” que existía justo a la vuelta de cada esquina.
Pero recién al ver los ojos desorbitados de su amada Nana, al ver su sonrisa demente mientras ese ser la quebraba y desgarraba para hacerla pasar al otro lado del marco del cuadro, fue cuando realmente supo del peligro al que su madre se refería.
No era justo que ella muriera, no era justo que sus padres se separaran y no era justo que su vida fuera solo un intento fallido tras otro de vencer su miedo, de hacer lo correcto.
Y mientras podía soportar el hecho de que su familia se desintegrara de un día para el otro, y había aprendido a sobrellevar a duras penas las cicatrices dejadas en su alma esa noche, había algo con lo que no podía hacer las paces bajo ningún punto de vista.
Y eso era que ese maldito cuadro siguiera en este o en cualquier otro mundo.

-Asique… tengo entendido que hay una exposición de arte en el último piso.
La voz de Julián la había tomado completamente desprevenida. Pero ahí estaba, altanero y con esa media sonrisa que tanto odiaba.
-No me molestes, Julián. No es buen momento.
Como de costumbre, el la ignoro por completo y siguió hablando.
-porque resulta que tengo una entrada v.i.p.
Dijo al mismo tiempo que le mostraba un manojo de llaves.-Pero no tengo tiempo para asistir.
Cassandra se lo quedo mirando con la boca abierta por varios segundos.
-¿y cómo conseguiste…?
El sonrió aun mas, pero  era una sonrisa para nada alegre.
-Odio a cada una de las criaturas que se arrastran por las sombras, Cassandra. ¿No lo habías notado?
Con un gesto rápido, dejo el manojo de llaves en el banco, junto a ella.
-Ese cuadro es una pústula a punto de reventar y derramar su contenido inmundo en nuestro hogar. No apareció aquí ni ahora por casualidad y tenía la intención de destruirlo con mis propias manos, asique le robe un juego de llaves al director García.
Julián tomo asiento junto a ella y le tomo suavemente la mano. Ella se quedo petrificada por lo humano del gesto.
-Cuando intentaste ver dentro de mi cabeza aquella vez cuando investigamos juntos  y yo te rechace, lo hiciste con la intención de saber que era lo que paso por mi mente cuando me enfrente al boggar esa noche cuando era niño; ¿Verdad?
Ella asintió en silencio. El se quedo pensando.
Un gorrión canto en uno de los arboles, Cassandra se sorprendió pensando en lo bien aislado que estaba el jardín interior, no se podía escuchar ni un solo ruido de la urbe que los rodeaba.
-Es lógico suponer que algo similar te ocurrió de chica, pero que no tuviste el coraje de enfrentarlo.
Cassandra asintió nuevamente.
-Lo creas o no, Cassandra, te observo. Julián se corrió un mechón de cabello rebelde que se empeñaba en cubrirle el ojo izquierdo.-Y tu mirada es distinta desde que ese cuadro llego a la casa matriz.
Ella lo miro atónita, no tenía la menor idea que despertara el interés de ese muchacho taciturno y mal llevado. A duras penas habían intercambiado palabras desde su primera investigación juntos, tres meses atrás.
-A mi lo único que me interesa es que el nuestro mundo quede limpio de esa basura sobrenatural. Y algo me dice que destruir ese cuadro es más importante para vos que para mi.
Y así de rápido como se había sentado, Julián se levanto y se fue caminando por el jardín.
Cassandra se dio cuenta de que se había quedado todo el tiempo con la boca abierta y la cerro de golpe, produciendo un pequeño chasquido. Cerró sus dedos alrededor de las llaves al mismo tiempo que sentía como la adrenalina aumentaba en su cuerpo.
No le había agradecido a Julián, pero ya había desaparecido del jardín.
-Mira vos. Dijo en voz alta con una sonrisa mientras sentía el peso del manojo de llaves en su mano.
Tal vez aun había esperanzas para ese mocoso después de todo.


6
Cuando la última de las doce campanadas del reloj antiguo de la gran sala de estar  dejo de sonar, Cassandra comenzó a su sigilosa misión.
Su corazón palpitaba salvajemente dentro de su pecho, pero esta vez no iba a ceder frente a sus miedos.
Como hacia muchos años atrás lo había hecho su querida Nana Adela en su casa familiar, Cassandra recorrió los oscuros pasillos de su nuevo hogar, buscando saldar cuentas con el mal que la aguardaba.
La llave giro a la perfección y las puertas se abrieron de par en par casi como si una mano invisible tirara de ellas, para darle la bienvenida.
El cuadro la esperaba en el centro de la habitación iluminado por unas luces fluorescentes frías y rodeado de equipos tecnológicos que intentaban medir y catalogar sus secretos.
-Hola, hijo de puta.
El aire se torno mas frío y denso y susurros comenzaron a surgir de los cuatro costados del lugar.
Cassandra apretó los dientes y dio el primer paso.
Con el paso de los años el cuadro había cambiado. Casi parecía pintado sobre piel humana. Un hedor como nunca antes había olido le salió al encuentro a medida que avanzaba. El marco parecía carcomido y sucio.
Miro detenidamente ese jarrón con esos girasoles agonizantes, por lo que le pareció una eternidad, el miedo le clavaba sus frías garras de acero en el estomago, pero no retrocedió. Siguió avanzando y pese a que el olor ahora era tan fuerte que le producía arcadas, no se detuvo.
Hubo un ligero movimiento en los pétalos resecos de la pintura, tan sutil que Cassandra pensó que lo había imaginado.
Luego, en un instante, las sutilezas quedaron de lado y el cuadro se rebeló a Cassandra como lo había hecho antaño. Una fuerte corriente de aire rancio cerro con gran estruendo la puerta de entrada y ella supo que no había poder en este mundo que las pudiera volver a abrir hasta que todo hubiera terminado.
El mar de girasoles, el cielo gris sucio amenazando perpetuamente una fría tormenta, todo ese antiguo y demente paisaje se extendía hasta el infinito nuevamente ante ella.
Y la ciudad, esa lejana y extraña ciudad que a la distancia apenas se podía distinguir. Se le crispo todo el cuerpo al pensar que tipo de criaturas vivían ahí. ¿Seria ese el hogar del horror que a veces metía sus sucias patas en este mundo?
Ya nada de eso importaba, ni el horrendo olor que llenaba la habitación, como miles de cadáveres pudriendose al sol, ni esos condenados girasoles, mecidos por un viento desmesurado, bajo un cielo que no era el suyo. Esa condenada cosa le había hecho perder algo importante, y estaba mas que dispuesta a recuperarlo, a pesar del costo.
Cassandra cerró los ojos, extendió la mano y toco el  cuadro.
Fue como tropezar con un escalón que no estaba ahí y cuando abrió los ojos estaba del otro lado.
El aire era denso y asqueroso y se escuchaban gritos, miles de gritos traídos por el viento desde la lejana ciudad de sobrecogedora arquitectura.
Cassandra se tapo la nariz con la el dorso de la mano, intentando en vano evitar el olor.
Los altos girasoles bailaban al compas del fétido viento y susurraban canciones de muerte, miraban ciegos hacia un cielo carente de sol, como elevando una plegaria que jamás seria respondida. Dio sus primeros pasos en ese extraño mundo  abriéndose camino entre las condenadas plantas que no le dejaban ver mas allá de un metro de distancia.
La claustrofobia comenzó a desperezarse en el fondo de su mente y extendió lentamente sus brazos para arrebatarle el dominio de sus actos… su respiración comenzó a agitarse y se sintió profundamente desorientada. Se sentía atrapada por todo ese verde, por todo ese infinito océano verde que la rodeaba y la cegaba y por el olor que no dejaba de llegar en bocanadas putrefactas junto con los gritos y los lamentos.
Apretó los puños y se mordió el labio casi hasta hacerse sangrar, si perdía el control ahora, estaba muerta. Logro dominarse un poco y enfoco sus pensamientos. Sabía lo que estaba haciendo, sabía lo que venía a buscar y sabia como conseguirlo. El resto no importaba.
Pensó en Julián, en como la oscuridad había intentado arrebatarle la vida de pequeño y como el había luchado y ganado. Y por hacerlo, no solamente era el joven que era ahora, sino que era también algo mas. No solamente había derrotado a las oscuridad, sino que la oscuridad había perdido algo frente a el. No sabía como explicarlo del todo, pero tenía la certeza que por encarar sus miedos y triunfar, por abrazar su naturaleza en estado puro, Julián se había transformado en algo mas que humano y en algo mas que un oculto, había cambiado en algo completamente distinto, algo radicalmente nuevo.
Y Cassandra tenía la certeza en su corazón de que ese destino le aguardaba también a ella. Solamente tenía que dejar de correr asustada en dirección contraria y…
A su izquierda  una rama crujió al quebrarse bajo el peso de una pisada. Se escucho una respiración agitada, pesada y a su derecha los girasoles se inclinaron bruscamente.
Algo estaba ahí con ella y la estaba rodeando. Disponía de poco tiempo. Asique sin siquiera pensarlo, cerró los ojos nuevamente y extendió su poder hacia el mismo suelo sobre el que estaba parada.
Las imágenes invadieron su mente con una violencia que nunca antes había sentido, el horror, el espanto y la muerte empapaban cada estampa que pasaba por su cerebro.
Entendió y vio demasiadas cosas, mas de las que un humano debería saber.
Supo de donde venían los gritos, y de donde venia el olor y el porqué de lo extraño de la arquitectura de la lejana ciudad. Supo como los seres que habitan ahí buscan en nuestro mundo nuestros cuerpos y nuestra propia sangre para romperlos y utilizarlos para aumentar las dimensiones de su demente morada, siempre cambiante, siempre creciendo, como un tumor sangrante en la faz de la creación. Pudo ver a los que seguían vivos, desgarrados y entretejidos con los muertos y putrefactos cadáveres de sus antecesores, formando torres, caminos, e incluso puentes de carne, sangre, dolor y demencia. Y en el centro de esa aberración aullante, de millares de bocas vivas y muertas gritando por piedad, pudo ver una criatura sentada en un trono de piedra negra, piel y sangre.
Y era humo y sombras. Ceniza y viento. Sus ojos brillaban como brazas y en su frente llevaba una marca, tres puntos que formaban un triangulo invertido y que brillaban con una luz pálida y violácea.
El ser sonrió sabiendo que estaba siendo observado y había tanta maldad en su gesto, que la mente de Cassandra hubiera estallado en millones de pedazos de no ser por un pequeño detalle: su mente también estaba ocupada buscando. Y cuando encontró lo que buscaba, el gesto del ser de sombras cambio de sorna al de una profunda  irritación y grito lleno de cólera.
Su poder se replegó y volvió a ser solamente ella con sus pensamientos parada es ese campo de pesadilla. El eco del grito cargado de ira del ser aun resonaba en el aire. Lo que fuera que rondaba entre los altos tallos pareció entender una orden en ese grito y pronto se escucharon los pasos de ¿docenas? ¿Centenas? De seres corriendo a su encuentro.
No había tiempo para pensar. Cassandra corrió. Cubriéndose los ojos con un brazo y rezando por  no toparse con uno de esos horrores sin forma que iban a su encuentro. Los tallos parecían conspirar en su contra, arañándola, azotándola. Sintió una punzada en su costado y se maldijo por fumar tanto mientras sentía que los pulmones se le llenaban de vidrio molido, pero no aminoro su marcha. Su mente solo le decía “corre”.
Corre, corre, corre.
Podía sentir los gruñidos de sus perseguidores cada vez mas cerca, resoplidos inhumanos y babeantes, anhelando probar su carne. Realizo un esfuerzo mas, sabiendo que estaba empujando su cuerpo mas allá de todo limite, que sus fuerzas estaban a punto de abandonarla, pero que no se podía dar el lujo de flaquear.
No solo estaba corriendo por su vida, sino también por su alma inmortal.
Tropezó y el alma se le cayó a los talones, por un segundo se vio despedazada y devorada por sus perseguidores. Sus restos, arrastrados hasta la retorcida ciudad para ser parte de su deforme arquitectura para toda la eternidad. Pero recobro el equilibrio justo a tiempo, es era el lugar.
El cráneo y los restos de las vertebras estaban al pie de un girasol particularmente grande, Cassandra se agacho y pudo sentir como algo paso saltando por sobre su cabeza. Realmente disponía de poco tiempo. Dio un manotazo, pidiéndole a todos los dioses y seres poderosos que conocía que la visión que había tenido cuando utilizo su poder fuera correcta.
Debajo de un montón de hojas estaba el pendiente de plata de Nana Adela. Sin dudarlo y soltando un suspiro de alivio lo tomo entre sus dedos.
Y ahí fue cuando todo cambio.
Por supuesto, muchas veces en su vida había escuchado que “el conocimiento es poder”, pero nunca había experimentado en carne propia el poder oculto detrás de esa frase. Su “Don”, su habilidad para saber la historia de cada cosa que tocaba o de cada mente a la que se asomaba, había cerrado un circuito perfecto con el amuleto en forma de lagrima y todos sus secretos se revelaron para ella.
Durante cientos de años, el pendiente había pasado de generación en generación, de una hechicera a otra, había estado colgado en el cuello de mujeres de gran poder, de gran fortaleza y habilidad mística, mujeres que habían estudiado y comprendido profundos y poderosos secretos que desafiaban la imaginación mas febril… y ahora todo ese conocimiento fluía  hacia su mente, grabándose a fuego en su cerebro.
Los horrores  sin forma, de múltiples y filosas fauces que la perseguían, parecieron notar este cambio sutil pero poderoso en el aire y detuvieron su loca carrera en seco. Miraban pasmados, como niños ciegos maravillados frente al nacimiento de un nuevo poder, de algo único, mas que humano.
Cuando las voces de mas de mil vidas terminaron de susurrarle todos sus secretos, Cassandra se dio cuenta de que estaba completamente sola. Los gritos lejanos habían cesado, sus perseguidores habían renunciado a su casa y se habían marchado. Solo estaba ella y los girasoles bailando bajo ese extraño cielo color plomo. Era como si ese extraño mundo del otro lado de la pintura estuviera manteniendo el aliento, a la espera de lo que ella pudiera hacer.
Y ahora había muchas cosas que ella podía hacer.  Cosas que antes ni siquiera sospechaba que pudieran hacerse.
De repente sintió como la mirada del ser hecho de cenizas y oscuridad se poso sobre ella. Sentado en su trono en su ciudad de carne y tendones, la observaba con ojos llenos de insuperable ira. Ella lo había desafiado, había entrado en su reino y había recuperado una parte de ella que el le había arrebatado y gracias a eso ahora era poderosa.
-No te tengo miedo, desgraciado.
El ser de Oscuridad bramo nuevamente y su frustración y rencor hicieron temblar la tierra. Una poderosa ventisca azoto el campo y agito sus cobrizos cabellos. Cassandra permaneció inmutable, reafirmando su ausencia de temor frente al ser y su ruidoso berrinche.
Una columna de humo y cenizas se alzo del centro de la ciudad, Cassandra podía ver como los tres puntos, el triangulo invertido de enfermiza luz, flotaban dentro de ese torbellino de sombra y locura. Unas enormes alas hechas de tendones, brazas y algo negruzco se desplegaron a sus costados y Eso se lanzo a través de los cielos, aun gritando, directo a su encuentro.
Cassandra no tenía miedo, pero tampoco era una idiota. Su valentía, su deseo de romper con el circulo de temor en el que vivía la habían conducido hasta ahí y también eran la llave para sacarla.
Cerró los ojos, confiada, y una voz antigua, que no era la suya pero que ahora era parte de su ser le susurro algo.
Era la voz de Nana Adela, dulce como siempre y su mensaje era claro:
“Cognitio vis est”, el conocimiento es poder, pero Cassandra sabía que no se refería al conocimiento de la magia o de lo arcano, se refería al conocimiento de uno mismo.
Cassandra abrió los ojos y con una sonrisa dijo:- A casa.
Cuando el Rey de la Ciudad Sangrante llego al campo de girasoles y descendió su pútrida presencia, marchitando todo lo vivo del lugar, Cassandra ya no estaba. Confundido, miro hacia todas partes y en cada lugar donde posaba su furiosa mirada, algo moría.
Resoplando, desplego sus alas nuevamente y regreso a su ciudad, al fin y al cabo, estaba mas que seguro que se cruzaría nuevamente con esa insolente mujer.
Si lo que tenía planeado salía a la perfección, muy pronto le estaría haciendo una visita no solo a ella, sino a todos los demás en esa asquerosa tierra de la que venía.
-Muy pronto. Dijo el ser, y su voz era como el terciopelo mojado, como la noche más helada, como la mano fría de un niño muerto tocándote en la nuca en una habitación a oscuras.
-Muy pronto.


7
Parada frente al cuadro, lo mira mas detenidamente, era solo eso, un cuadro. Cualquiera fuera su influjo anterior sobre ella, ahora ya no podía alcanzarla.
Pero los demás seguían indefensos frente a esa fuerza maléfica.
La respuesta vino a ella de manera sencilla, de hecho, fue el equivalente mental a buscar en una biblioteca el tomo con la información adecuada, abrirlo y leer en vos alta.
-flamma lucis”
Fue como si un potente reflector de luz blanca alumbrara al cuadro, Cassandra miraba fascinada como aparecieron las primeras volutas de humo flotando en el aire. Algo pareció retorcerse en el lienzo, algo que no estaba muy feliz con lo que estaba ocurriendo.
Cuando el cuadro estallo en llamas, fue como si algo también lo hiciera dentro del corazón de Cassandra. Cuando quedo reducido a cenizas y estas cayeron al suelo, finalmente se sintió en paz por primera vez en su vida.
Escupió el montón de cenizas humeantes con todo el desprecio que pudo reunir en su alma.
-Ahora sí, estamos a mano.


8
-¡Eso fue completamente irresponsable de tu parte, Cassandra!
El director García estaba furioso y para demostrarlo golpeaba con su puño cerrado tras todas y cada unas de las frases que le gritaba. Definitivamente el hombre tenía talento para el teatro.
Cassandra estaba sentada en el cómodo sillón de cuero del despacho de su jefe y amigo. Tenía el pelo recogido con un broche de plata, dejando descubierto su esbelto y blanco cuello. El colgante estaba ahí, destellando con ancestral sabiduría.
Cuando vio que la cantidad de improperios por minuto que soltaba su jefe había disminuido a prácticamente cero, Se aclaro la garganta y soltó la frase que cambiaria la dinámica de su relación para siempre.
-Siempre me pareció extraño que pese a que la orden se llame “Orden de la sagrada Trinidad” nunca hubiera ni una sola imagen religiosa que represente al padre, al hijo y al espíritu santo en todas las casas de la Orden que pude visitar.
Se reclino y tomo el encendedor del escritorio de su ahora silencioso jefe. El la estaba estudiando, con mirada severa, detrás de sus gafas.
Encendió el cigarrillo, soltó el humo y este quedo suspendido entre ellos, formando dibujos estilizados al mezclarse con la cálida luz de lámpara antigua que los alumbraba. Afuera seguía siendo de noche y la ventana en lugar de mostrar el jardín, mostraba el reflejo de lo que ocurría en la habitación. Le vino a la cabeza la frase de su madre “Existen otros mundos, pero están dentro de este”. Como un mundo dentro de un cuadro, o un mundo mas oscuro dentro de un reflejo, o un mundo que se junta con el nuestro en las noches en que los relámpagos tumban las barreras que nos separan… Nuestro mundo, lo que nosotros llamamos “realidad” era algo aun mas frágil que el cristal de la ventana que estaba mirando. Se estremeció con la idea de lo fácil que era desgarrar nuestra noción de lo “normal”, de lo sencillo que era violentar nuestro plano. Lo había sabido toda la vida, pero ahora realmente lo comprendía en su monstruosa totalidad. Ahora sabía y entendía cabalmente que nuestro mundo pendía de un delgado hilo sobre un abismo de locura y horror.
Nuestro mundo era como esa ventana en la que miraba su rostro reflejado; Frágil. Y detrás, la oscuridad.
Pero esa noche también había aprendido que se puede patear en las  bolas al mal, enseñarle el dedo del medio y regresar a casa con algo que habías pensado perdido, algo que te hace mejor de lo que solías ser.
Recordó la marca en la frente del ser de ojos dorados y resplandecientes. Los tres puntos formando el triangulo invertido.
Una voz en su cabeza dijo: “Tres, tres tres, las cosas importantes vienen en tres. Madre, padre, hijo, padre, hijo, espíritu santo…”
Una imagen vino a su mente.
Tres mujeres vestidas con harapos bajando por el puerto de una ciudad antigua, apenas barro y algunas maderas… ¿Buenos Aires? No. Aun no se llamaba así…Las empujan. Las llevan a punta de pistola.
Y una de ellas lleva el colgante.
Instintivamente se toca el pecho para ver si sigue ahí. Damián la mira atentamente desde el otro extremo del escritorio. Al parecer su amiga y discípula estaba en medio de un poderoso trance.
Una de las mujeres recibe un puntapié de uno de sus captores y cae de rodillas al piso, el cabello que le cubre el rostro se corre, revelando dos cicatrices como arañazos en la barbilla manchada de mugre y lagrimas. La tercera mujer intenta ayudarla y Cassandra ve que tiene una marca de nacimiento en la mano, similar a una luna menguante…
-¿A qué clase de “trinidad”, responde esta Orden, Damián?
Su viejo amigo y jefe se saco los lentes y los limpio con un pequeño paño que siempre llevaba consigo. Ella sabía perfectamente que los cristales estaban inmaculados. Era uno de los pocos gestos de lenguaje corporal que poseía Damián. Significaba incomodidad.
-Las cosas importantes vienen de a tres. Respondió el.
-Eso me han dicho. Dijo ella.
Damián se coloco los anteojos nuevamente y se acomodo en su silla.
-La Trinidad cristiana, La Trinidad infernal y la Trinidad pagana. Tres tipos de trinidad.
Cassandra dio una fuerte pitada al cigarrillo y se reclino hacia adelante. No le gustaba a donde estaba yendo la conversación, pero era un camino que había comenzado a recorrer al hacer la pregunta, y ya no había marcha atrás.
Damián prosiguió.
-Tres de los cielos, tres de los infiernos y tres de la tierra en donde la luz y la oscuridad convergen.
Cassandra abrió lentamente la boca por la sorpresa, el humo se le escapaba como si fuera una ventana abierta.
-La cosa que vi en el otro lado… ¿Es uno de los tres del infierno?
Pero ella ya sabía la respuesta. Lo sabía porque ella también era una de tres. De una larga línea de tres.
-Cassandra, tienes que entender lo delicado del asunto. Damián estaba auténticamente preocupado.-No teníamos la certeza de que fueras parte de La Trinidad Pagana.
Al escuchar esas palabras, algo se destrabo en su cabeza y pudo escuchar un coro de voces susurrando:
“Padre-Hijo-Espíritu Santo… Abbadon-Lucifer-Apollyon…El Sabio-El Verdugo-El protector”
Cielo, infierno y lo que yace entre ambos.
Finalmente lo había dicho y ahora todo estaba mucho mas claro. También explicaba la paciencia y los privilegios que tenia Julián Nievas. Al pensar en el, relampagueo en su mente otra vez la imagen de la mujer con la misma cicatriz que el insoportable muchacho. Pero, ¿Quién era el tercero? ¿Quién era el o la portadora de la marca de nacimiento? Pero había una pregunta mas importante aun. Una pregunta que sospechaba tendría repercusiones importantes para toda la humanidad.
-¿Que pasara cuando los tres se vuelvan a juntar?
Damián se levanto de su asiento, camino hacia ella y se puso en cuclillas a su lado. Le tomo la mano, y ella la sintió cálida y reconfortante. Sonrió. Su amigo siempre tenía manos cálidas.
-Algo para lo que tenemos que estar preparados.
Cassandra sonrió de nuevo. Se dio cuenta que antes no hubiera sido capaz de sonreír en la cara del peligro y lo desconocido y su sonrisa se ensancho aun mas.
Esa noche, cuando finalmente se fue a dormir, se sintió tan aliviada que apenas pudo reconocer lo que estaba haciendo como parte de su acostumbrada rutina diaria.
-Asique esto es descansar de verdad…Dijo completamente relajada, al cerrar los ojos. Y pese a lo que había vivido, a lo que había aprendido y a todo lo que le aguardaba a partir de ese día, Cassandra cayó dormida sabiendo que nunca mas tendría pesadillas.
No mientras durmiera, al menos. Y eso ya era algo maravilloso.